30 de octubre de 2011

Sé todos los cuentos

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.

León Felipe

Halloween

En mis comienzos con internet, casi todas mis búsquedas en Google tenían el mismo objetivo: información y curiosidades sobre toda clase de animales domésticos, especialmente de los conejos holandeses enanos, que cómo sabéis es la mascota que actualmente tenemos en casa.
En una de estas búsquedas di con una curiosa historia sobre un conejito enano llamado Halloween. Hace mucho tiempo de este hallazgo y he buscado la historia cómo más o menos recuerdo lo hice entonces, pero no me ha sido posible dar con ella. Así que os la contaré yo.
Una joven pareja compró a muy buen precio una bonita casa, aunque tenía unos años, en un tranquilo barrio de su ciudad. La casa contaba con dos plantas y una buhardilla y necesitó pequeñas reformas que se realizaron viviendo la pareja ya en la casa. Terminadas las obras y con todo en orden los dos habitantes de la casa comenzaron a escuchar unos ruidos que procedían de la buhardilla. Pensaron que serían pájaros formando sus nidos...o quizás una familia de ratas. Así que se decidió de común acuerdo  dedicar un fin de semana a limpiar y poner orden en el desván; lo cierto es que habían estado los dos demasiado ocupados con el resto de la casa y sus respectivos quehaceres que esta tarea se les había pasado por alto.
Comprobaron que la trampilla de acceso estaba atascada, lo que reafirmó sus sospechas sobre la existencia de pájaros o  ratas. Al asomar la cabeza y echar el primer vistazo, le pareció a Marcos ver a un ratón de dimensiones enormes correr asustado a esconderse debido al ruido de la trampilla al abrirse. Con una linterna, entró en la buhardilla dirigiéndose con cuidado y  recelo, al rincón donde se había escondido el gran ratón. Apartó unas viejas tablas y...el temido ratón gigante resultó ser un conejo enano más asustado que su descubridor!
Marcos y María se quedaron con la imprevista mascota que encontraron un domingo de finales de Octubre...por lo que la llamaron Halloween.
Días más tarde, les informaron los vecinos, que todos estaban enterados de la existencia del animalito en la casa...y que incluso le habían dejado comida en sus terrazas para cuando salía de su escondrijo a buscarla!

Gl

10 de octubre de 2011

La ocasión


La cita era a las 16:30 h. Manuel llegaba tarde. El anuncio publicado en Segundamano era realmente atractivo: un apartamento en buena zona y con un alquiler bastante barato. Manuel pensó que serían cientos los jóvenes que buscaban algo así. La cita para verlo era en la misma puerta del apartamento, el  6º B.”Y, para colmo, el ascensor no baja. ¡Bastante me he retrasado ya con la avería del coche!” Odiaba llegar tarde a cualquier cita, pero con más razón en este caso. “¡Las cinco y veinte!, seguro que me encuentro con treinta personas que quieren ver el piso”.
El ascensor llegó al sexto y se abrió a un luminoso patio interior. Al otro lado, estaba el 6º B. Manuel vio allí reunidas a una docena de personas. Estuvo a punto de volverse atrás. “¡Vaya horas de llegar! ¡Y encima el último!” Todos parecían impacientes. Los observó sin ser visto. Trató de adivinar las parejas que formaban. Entonces, se fijó en ella: apartada, un tanto al margen de la conversación general. Pero muy atenta, como observando. Aquella chica atrajo su atención de un modo irresistible. Aquel rostro tan perfecto, su figura...Nunca había sentido una atracción tan irracional. Se dijo a sí mismo, para tranquilizarse, que sólo era curiosidad. Trató de pensar pero, cuando se dio cuenta, ya estaba ante el grupo.
La conversación cesó y todos se volvieron hacia el recién llegado. Manuel, a duras penas, articuló un saludo: “¿Todos estáis para el apartamento?” Una rubia estirada que parecía ser la que más tiempo llevaba esperando, le respondió amenazadora: “¿No serás tú, precisamente, el que viene a enseñarnos el piso, verdad?” Manuel sintió todos los ojos clavados en él y sopesó la respuesta: “Pues no, claro que no”. Intentó forzar una sonrisa. “¿Qué pasa?” “¿Es que no ha aparecido nadie?” Un coro de voces respondió de manera airada.
Al poco, el tono se calmó y la conversación general se olvidó de Manuel, que aprovechó para irse aproximando hasta situarse cerca de la atrayente desconocida. Ella le devolvió la sonrisa. “¿No estarás tú la primera, verdad?” “No, me temo que no. Yo también he  llegado tarde”. Parecía apenada por la idea de perder el apartamento. Manuel deseó más que nunca devolverle la alegría. “Y puedo hacerlo”, pensó. Algo en la mirada de ella invitaba a seguir la conversación, un tanto al margen de los demás, mientras se miraban y empezaban a conocerse.
Manuel se dio cuenta al cabo de un rato de que se habían ido quedando solos a la puerta del apartamento. Uno tras otro, los demás habían renunciado a seguir esperando. Cuando al fin quedaron solos, ella y él, ambos sentían como si se conocieran desde hacía ya mucho tiempo. Entonces, Manuel creyó que había llegado el momento de hacerle una confesión. Con una sonrisa en la boca le dijo: “Hay algo que tengo que decirte: en realidad, yo me quedé por ti”. Ella le devolvió la sonrisa: “Pues hay algo que debo confesarte, yo también –dijo sacando las llaves del bolso--. Pero antes, ¿no quieres ver el apartamento?”.


P.C. Campoamor.