23 de marzo de 2011


- No, es No y hay una sola manera de decirlo. No.
 Sin admiración, sin interrogantes, ni puntos suspensivos.
- No, se dice de una sola manera.
 Es corto rápido, monocorde, sobrio y escueto.
- No, se dice una sola vez. Con la misma entonación.
- Un No que necesita de una larga caminata
 o una reflexión en el jardín no es No.
- Un No que necesita de explicaciones justificadoras, no es No.
- No, tiene brevedad.
- No, no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas,
 ni puede dejar de ser.
- No, aunque el otro y el mundo se pongan patas arriba.
- No, es el fin de un libro,
 sin más capítulos ni segundas partes.
- No, no se dice por carta, ni se dice con silencios,
 ni en voz baja,ni gritando, ni con la cabeza gacha,
 ni mirando hacia otro lado,
 ni con símbolos devueltos, ni con pena,
 aún menos con satisfacción.
- No, es No.

Cuándo el No es No,
se mirará a los ojos
y el No se descolgará naturalmente de los labios.
La voz del No, no es trémula,
vacilante, ni agresiva, no deja lugar a dudas.

Ese No, no es una negación del pasado,
es una corrección al futuro.

Y sólo quién sabe decir No, puede decir Si

20 de marzo de 2011

Con el tiempo aprendes...

Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.
Con el tiempo comprendes que solo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.
Con el tiempo te das cuenta de que si estas al lado de esa persona solo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás deseando no volver a verla.
Con el tiempo te das cuenta de que los amigos verdaderos valen mucho más que cualquier cantidad de dinero.
Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado solo de amistades falsas.
Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida.
Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es solo de almas grandes...
Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.
Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día lloraras por aquellos que dejaste ir.
Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona, es irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados.
Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana, es demasiado incierto para hacer planes.
Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.
Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo.... ante una tumba..., ya no tiene ningún sentido...
Pero desafortunadamente....SOLO CON EL TIEMPO....


"EL HOMBRE SE HACE VIEJO MUY PRONTO Y SABIO MUY TARDE" JUSTAMENTE CUANDO YA NO HAY TIEMPO.....


Que es fácil y que es difícil...

1) Fácil es ocupar un lugar en la agenda telefónica. Difícil es ocupar el corazón de alguien...
2) Fácil es herir a quien nos ama. Difícil es curar esa herida...
3) Fácil es dictar reglas. Difícil es seguirlas...
4) Fácil es soñar todas las noches. Difícil es luchar por un sueño..
5) Fácil es exhibir la victoria. Difícil es asumir la derrota con dignidad...
6) Fácil es admirar una luna llena. Difícil es ver su otra cara...
7) Fácil es saber que estás rodeado por personas queridas. Difícil es saber eso y no sentirte solo...
8)Fácil es tropezar en una piedra. Difícil es levantarte...
9) Fácil es disfrutar la vida a todos los días. Difícil es darle el verdadero valor...
10) Fácil es orar todas las noches. Difícil es encontrar a Dios en las cosas pequeñas...
11) Fácil es prometerle a alguien algo. Difícil es cumplirle esa promesa...
12) Fácil es decir que amamos. Difícil es demostrarlo todos los días...
13) Fácil es criticar a los demás. Difícil es mejorar uno mismo...
14) Fácil es cometer errores. Difícil es aprender de ellos...
15) Fácil es llorar por el amor perdido. Difícil es cuidarlo para no perderlo...
16) Fácil es pensar en mejorar. Difícil es dejar de pensarlo y solamente hacerlo...

16 de marzo de 2011

El rabino

Una vez acabado el año fiscal, la Agencia Tributaria envió un inspector de Hacienda para auditar los libros de una sinagoga.
Mientras los iba comprobando, se giró hacia el rabino y le dijo:
-Observo que compraron un montón de cirios- ¿Qué es lo que hacen con los restos de cera que gotean?
-Buena pregunta -dijo el rabino-
Las vamos guardando y las devolvemos al fabricante, y de vez en cuando ellos nos envían gratis una caja de cirios.
-¡Oh!, respondió el inspector, algo decepcionado con que su insólita pregunta hubiese tenido una respuesta tan buena, pero continuó con sus odiosas maneras-
¿Qué me puede decir sobre sus compras de galletas? ¿Qué hacen con las migajas?
-¡Ah, sí! -respondió el rabino, dándose cuenta de que el inspector estaba intentando ponerle en un aprieto con su absurda pregunta; las recogemos y las devolvemos a los fabricantes y de vez en cuando, nos envían gratis una caja de benditas galletas.

-Ya veo- respondió el inspector, estrujándose el coco para ver como podía sacar de quicio al sabelotodo del rabino-.

¡Bien rabino! y entonces, ¿qué es lo que hacen con los prepucios que van quedando de las circuncisiones que llevan a cabo?

-Pues aquí tampoco desperdiciamos nada -respondió el rabino-.
Lo que hacemos es irlos guardando y enviarlos a la Agencia Tributaria y de vez en cuando, una vez al año más o menos, ellos nos envían un capullo completo.

El mayor placer de una persona inteligente es aparentar ser idiota delante de un idiota que aparenta ser inteligente. (NO LO OLVIDÉIS NUNCA, PORQUE HAY MONTONES POR TODOS LADOS)

REFLEXIÓN DEL DÍA
Nunca discutas con un imbécil,
te hará descender a su nivel y allí te
ganará por experiencia.

12 de marzo de 2011

Conquista tu paz interior

Conocerse y afrontar la vida con paz y serenidad son los pasos previos para crecer intelectual y emocionalmente. Así podrás mantener una autoestima sana, que te permita disfrutar con todo lo que te rodea.

Anota lo que te inquieta
En primer lugar, apunta en un papel todo aquello que te produce inquietud, desasosiego e incluso enfado. Muchas veces almacenamos en nuestro interior fracasos, complejos o inseguridades que son la causa de nuestra falta de paz.

Cura antiguas heridas
Una vez que tengamos claro donde está el problema, hay que ponerle remedio. En ocasiones, hará falta la ayuda de un profesional, pero en otras sólo tendremos que mirar lo que nos preocupa desde otra perspectiva o solucionar las cosas hablando (la falta de comunicación es el origen de muchos conflictos internos).

Márcate un objetivo
Piensa como quieres ser dentro de unos años o qué te gustaría estar haciendo. Tener una meta en la vida da sentido a todo lo que hacemos. No saber hacia dónde van nuestros pasos acaba provocando angustia y sensación de vacío.

No sufras por el futuro
Aunque ya tengas claro qué quieres hacer el día de mañana, vive en el presente. Pensar en el futuro no significa instalarse en él. En el fondo, el futuro es incierto, no existe, y estar demasiado pendiente de él nos resta fuerzas, somos menos eficaces y también menos felices. Lo único que tienes es el momento presente, así que ¡disfrútalo!.

Ten afán de superación
Proponte hacer todo lo bien que puedas aquello que ocupe tu tiempo. Intenta superarte un poco cada día, en cualquier aspecto de tu vida, aunque, eso sí, sin inútiles perfeccionismos que sólo nos llenan de frustración. Ya sabes que lo perfecto es enemigo de lo bueno.


La flor de la honestidad

Se cuenta que allá por el año 250 a.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse.

Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración y sin poder creerlo le preguntó:

- ¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.

Y la hija respondió:
- No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz.

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío:

- Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China.

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo.

Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación, la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven sería su futura esposa.

Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.

Entonces, con calma el príncipe explicó:

- Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: LA FLOR DE LA HONESTIDAD. Todas las semillas que entregué eran estériles


Responsabilidad y riesgo

La raíz latina de la palabra “responsabilidad” desvela su significado: capacidad de responder, de reaccionar.

Un guerrero responsable fue capaz de observar y de practicar. Fue, incluso, capaz de ser “irresponsable”: alguna vez se dejó llevar por los acontecimientos, sin reaccionar.

Pero aprendió las lecciones. Adoptó una actitud, escuchó un consejo, tuvo la humildad de aceptar ayuda.

Un guerrero responsable no es el que se pone sobre los hombros el peso del mundo; es aquel que consigue enfrentar los desafíos de cada día.

Por supuesto, a veces le entra miedo cuando tiene que tomar una decisión importante.

-Esto es demasiado grande para ti- dice un amigo.

-Adelante, sé valiente – dice otro.

Y sus dudas aumentan.

Tras algunos días de angustia, él se recoge en un rincón de su tienda, donde suele sentarse para meditar y orar. Se ve a sí mismo en el futuro. Ve a las personas que saldrán beneficiadas o perjudicadas por su actitud. No quiere causar sufrimientos inútiles, pero tampoco quiere abandonar el camino.

El guerrero entonces deja que la decisión se manifieste. Si hay que decir que sí, lo dirá con valentía. Si hay que decir que no, no será cobarde para hacerlo. Cuando el guerrero asume una responsabilidad, mantiene su palabra.

Los que prometen y no cumplen, pierden su amor propio, tienen vergüenza de sus propios actos. La vida de estas personas consiste en huir. Gastan mucha más energía deshonrando la palabra que la que el guerrero de la luz emplea para cumplir sus compromisos.

A veces, él también asume una responsabilidad tonta, que le dará perjuicios. No vuelve a repetirlo, pero, de todas maneras, honra su palabra y paga el precio de su precipitación.

Claro que termina escuchando opiniones que le son contrarias. Pero, antes de prestar oídos a cualquier cosa, procura informarse de si quien da estas opiniones realizó alguna vez un trabajo mejor que el suyo. Generalmente, los que critican nunca vivieron su propio sueño; sólo los vencedores son tolerantes y generosos.

¿Por qué critican?

Porque, a cada paso al frente que el guerrero dio, esta persona se quedó rezagado un paso más. Para ella resulta duro aceptar que alguien está alcanzando todo lo que ella creía inalcanzable.

Eso no quiere decir que el guerrero no dé pasos en falso: va a equivocarse muchas veces, pero eso no tiene mayor importancia. Equivocarse forma parte del camino, corregir el error forma parte de su responsabilidad.

Para equivocarse menos, el guerrero descansa de vez en cuando, y se alegra con las cosas sencillas de la vida. sabe que las cuerdas que están permanentemente tensas se acaban desafinando. Que los caballos que no paran de saltar obstáculos, acaban rompiéndose una pata. Que los arcos que se curvan a diario, terminan por no lanzar las flechas con la misma fuerza.

11 de marzo de 2011

Emprende el camino del espíritu

 

Son muy diversas las emociones que pueden impulsar el corazón del hombre a emprender el camino de la espiritualidad. El motivo puede ser “noble” (como la fe, el amor al prójimo o la caridad ), pero también puede reducirse a un capricho, como el miedo a la soledad, la curiosidad, o el temor a la muerte.

Nada de eso importa. El verdadero camino espiritual es más fuerte que las razones que nos condujeron a él, y poco a poco acaba imponiéndose, con amor, disciplina y dignidad. Llega un momento en el que miramos atrás, recordamos el inicio de nuestra jornada, y nos reímos de nosotros mismos en aquel entonces. En definitiva, fuimos capaces de crecer, a pesar de la banalidad de los motivos iniciales que nos llevaron al camino.

Pero, ¿cómo saber si estamos recorriendo este camino con amor y dignidad? Sencillamente, estando plenamente atentos a las señales que Dios nos envía:

Dios suele emplear la soledad para enseñarnos algo acerca de la convivencia.
A veces usa la rabia para que podamos comprender el infinito valor de la paz. Otras veces, con el tedio quiere mostrarnos la importancia de dejarse llevar por la aventura.

Dios suele emplear el silencio para enseñarnos algo acerca de la responsabilidad de lo que decimos. A veces usa el cansancio para que podamos comprender el valor del despertar. En otras ocasiones, con la enfermedad quiere mostrarnos la importancia de tener buena salud.

Dios suele emplear el fuego para enseñarnos algo acerca del agua. A veces usa la tierra para que podamos comprender el valor del aire. En otras ocasiones, con la muerte quiere mostrarnos la importancia de la vida.

No solemos dar valor a lo que hacemos todos los días, pero esto es lo que transforma el mundo que nos rodea. Pensamos que la fe es un trabajo de gigantes, pero si leemos algunas páginas de la biografía de cualquier santo, nos daremos cuenta de que era una persona absolutamente común, con la particularidad de que decidió firmemente dividir con los demás lo mejor de sí mismo. Por eso, continúa con lo que haces, pero intenta poner amor en cada gesto: esto bastará para organizar tu búsqueda espiritual. Mientras no hagas mal a nadie, cambia de opinión de vez en cuando, y no te avergüences por contradecirte: estás en tu derecho. No importa lo que piensen los demás, porque lo pensarán de todas formas.


Paulo Coelho

7 de marzo de 2011

Desde la ventana


Una noche en la que el calor era insoportable, sin la más leve brisa que entrara por las ventanas abiertas y con el termómetro marcando los mismos grados que durante el dia, Raquel se levantó incapaz de conciliar el sueño y, mientras bebía un vaso de agua junto a la puerta que daba al jardín, vio una luz, dudando entre lucir más o apagarse del todo, en lo alto de una de las casas del fondo de la calle.
La reconfortó saber que ella no era la única que estaba sin dormir y, quizá por eso, las noches siguientes, desvelada y agotada por la ola de calor que parecía no tener fin, se fijaba de nuevo en aquella ventana.
Como si desde allí también le prestaran atención, la luz, que en un principio se encendía con timidez, fue expandiéndose hasta permitir ver con claridad el contorno de la ventana, la pared que la rodeaba y el interior. A pesar de la distancia, la joven observaba en busca de quien, como ella, permanecía en vigilia.
Aprovechaba las primeras horas del día, cuando soplaba una leve brisa que hacía descender algo el mercurio del termómetro, para conciliar el sueño y se levantaba cuando su familia estaba a punto de regresar a casa de sus obligaciones. Ese verano sin un lugar adonde escapar de vacaciones con sus amigos y sin una ocupación se le estaba haciendo insoportable.
Descubrir la ventana le sirvió de distracción. Raquel esperaba entre las sombras del salón a que todos durmieran, entonces, al pisar la hierba alumbrada por la luna, una luz, noche tras noche, iluminaba el desván de la casa del fondo de la calle.
El convencimiento de que tras aquella ventana alguien estaba pendiente de ella la llevó a intentar comunicarse: agitó los brazos y saltó sin obtener respuesta. Luego tuvo otra idea: pulsó varias veces el interruptor del salón dejando que la luz saliera por la puerta y las ventanas, una vez sí y otra no. Descubrió que, al mismo ritmo que su jardín se iluminaba, lo hacía la ventana de la casa vecina dejando ver a una silueta en movimiento.
Quien respondía a las señales lo hacía desde el alféizar; Raquel se asustó y apagó la luz temiendo que perdiera el equilibrio. A la noche siguiente, el juego de luces fue más breve aún al ver Raquel a la figura asomarse peligrosamente por la ventana; apagó y entró decidida a poner fin a tal temeridad.
La tarde siguiente, antes del anochecer, se acercó a la casa del fondo de la calle, llamó y, tras una breve y confusa explicación, preguntó a quien le abrió la puerta por la persona que ocupaba la habitación de la buhardilla. “¿En el desván, dices? Está cerrado y la ventana inutilizada; la tapiaron los anteriores propietarios. Al parecer, alguien se cayó desde allí”. Raquel retrocedió, levantó la vista y comprobó que donde la noche anterior había una ventana iluminada sólo se veían ladrillos medio tapiados por la hiedra.


6 de marzo de 2011

Proyectos

Aquella mañana me había citado con el dueño de aquel piso situado en uno de los barrios más antiguos de Barcelona. Por mi profesión de anticuaria, no era la primera vez que se me ofrecía la posibilidad de inspeccionar todos los objetos de una vivienda antes de ponerla a la venta en una inmobiliaria. La poca puntualidad de su dueño, me llevó a pasear la vista por la estancia en la que me encontraba y detenerme frente a un secreter que necesitaba una urgente restauración. Casi sin darme cuenta, tiré de la pequeña asa de color indefinido atornillada flojamente en el centro del primer cajón y vi el revoltijo de papeleo y fotografías que contenía; a un lado, un moderado fajo de viejos retratos atado con una podrida goma elástica, contrastaba un poco con aquel desorden. Como el dueño seguía sin aparecer, me senté en un sofá que parecía mejor conservado que el secreter y empecé a mirar las fotografías.
Me detuve en la tercera imagen del fajo. Una joven pareja y sus dos hijos, sin nada más que sus proyectos, su propia fuerza y sus ilusiones para salir adelante, me hicieron pensar en mí misma...en mi vocación hecha realidad, en mis buenas ganancias después de cada negociación...aunque no tenía grandes ilusiones, tampoco hijos; llevaba seis años divorciada y no veía casi nunca a los que llamaba mis amigos.
Me apeteció acomodarme en el viejo sofá, aunque casi al instante recobré mi acostumbrada compostura profesional. El dueño del piso hacía girar la llave en la puerta de entrada. En un rápido ademán me guardé la añeja fotografía en el bolsillo interior de mi chaqueta. Apresuradamente, coloqué el cajón en el secreter.

Gl

Jenko

Recuerdo a mi padre ayudándome enérgicamente a sentarme sobre el lomo de Jenko. Celebrábamos mi decimocuarto aniversario, mi madre organizó una discreta reunión familiar y mi padre me regaló un precioso caballo al que de inmediato llamé Jenko.
Si no dudé a la hora de escoger su nombre, era debido a que era un regalo deseado, al que mi madre terminó cediendo dando el permiso para su compra después de varios meses escuchando mis insistentes peroratas ensalzando las ventajas de tener un caballo en el establo, y dándose cuenta de que eran apoyadas por mi padre con sus silencios y algún asentimiento con la cabeza, mientras duraban aquéllas.
Al cabo de muy poco tiempo, la actitud de Jenko era comentada por todos los que frecuentaban la granja debido a la manera en que mostraba su agradecimiento hacia mis cuidados, regalándome un cariño especial, a pesar de lo poco sociable que demostró ser en algunas ocasiones, esquivando las caricias de algún visitante o poniendo difícil al veterinario su revisión periódica. También yo era poco sociable cuando se presentaba la ocasión para serlo, y supongo que este rasgo nos unió más aun, ocasionando que los largos paseos que dábamos casi todas las tardes, fueran un gran nexo entre los dos.
Noto un suave calor sobre mi rostro, y me hace abrir los ojos, que siento levemente hinchados y los dirijo hacia los rayos de luz que entran por la pared del establo. Es entonces cuando llega a mi memoria el inmediato recuerdo de como Jenko se hizo viejo y ya no se levantó más...sí, fue ayer por la mañana y aun llegó a ver estos rayos de sol que hoy vuelven a aparecer, pero no para él. Creo que debí quedarme dormida en el rincón habitual de Jenko, cuando, por la noche, entré en el establo, echándole de menos...

Gl