10 de octubre de 2011

La ocasión


La cita era a las 16:30 h. Manuel llegaba tarde. El anuncio publicado en Segundamano era realmente atractivo: un apartamento en buena zona y con un alquiler bastante barato. Manuel pensó que serían cientos los jóvenes que buscaban algo así. La cita para verlo era en la misma puerta del apartamento, el  6º B.”Y, para colmo, el ascensor no baja. ¡Bastante me he retrasado ya con la avería del coche!” Odiaba llegar tarde a cualquier cita, pero con más razón en este caso. “¡Las cinco y veinte!, seguro que me encuentro con treinta personas que quieren ver el piso”.
El ascensor llegó al sexto y se abrió a un luminoso patio interior. Al otro lado, estaba el 6º B. Manuel vio allí reunidas a una docena de personas. Estuvo a punto de volverse atrás. “¡Vaya horas de llegar! ¡Y encima el último!” Todos parecían impacientes. Los observó sin ser visto. Trató de adivinar las parejas que formaban. Entonces, se fijó en ella: apartada, un tanto al margen de la conversación general. Pero muy atenta, como observando. Aquella chica atrajo su atención de un modo irresistible. Aquel rostro tan perfecto, su figura...Nunca había sentido una atracción tan irracional. Se dijo a sí mismo, para tranquilizarse, que sólo era curiosidad. Trató de pensar pero, cuando se dio cuenta, ya estaba ante el grupo.
La conversación cesó y todos se volvieron hacia el recién llegado. Manuel, a duras penas, articuló un saludo: “¿Todos estáis para el apartamento?” Una rubia estirada que parecía ser la que más tiempo llevaba esperando, le respondió amenazadora: “¿No serás tú, precisamente, el que viene a enseñarnos el piso, verdad?” Manuel sintió todos los ojos clavados en él y sopesó la respuesta: “Pues no, claro que no”. Intentó forzar una sonrisa. “¿Qué pasa?” “¿Es que no ha aparecido nadie?” Un coro de voces respondió de manera airada.
Al poco, el tono se calmó y la conversación general se olvidó de Manuel, que aprovechó para irse aproximando hasta situarse cerca de la atrayente desconocida. Ella le devolvió la sonrisa. “¿No estarás tú la primera, verdad?” “No, me temo que no. Yo también he  llegado tarde”. Parecía apenada por la idea de perder el apartamento. Manuel deseó más que nunca devolverle la alegría. “Y puedo hacerlo”, pensó. Algo en la mirada de ella invitaba a seguir la conversación, un tanto al margen de los demás, mientras se miraban y empezaban a conocerse.
Manuel se dio cuenta al cabo de un rato de que se habían ido quedando solos a la puerta del apartamento. Uno tras otro, los demás habían renunciado a seguir esperando. Cuando al fin quedaron solos, ella y él, ambos sentían como si se conocieran desde hacía ya mucho tiempo. Entonces, Manuel creyó que había llegado el momento de hacerle una confesión. Con una sonrisa en la boca le dijo: “Hay algo que tengo que decirte: en realidad, yo me quedé por ti”. Ella le devolvió la sonrisa: “Pues hay algo que debo confesarte, yo también –dijo sacando las llaves del bolso--. Pero antes, ¿no quieres ver el apartamento?”.


P.C. Campoamor.

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