30 de octubre de 2020

Cervantes (Consejos de buen gobierno que da a Sancho)

Primeramente, oh, hijo, has de temer a Dios: porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio, no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte, saldrá el no hincharte como la rana, que quiso igualarse con el buey.

Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre; pero no más justicia que las informaciones del rico.

No cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.

Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.

Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún enemigo tuyo, aparta la mente de tu injuria y ponla en la verdad del caso.

Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos y considera despacio la sustancia de lo que pide.

Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio sin la añadidura de las malas razones.

Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción considérale hombre miserable sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra.

29 de octubre de 2020

Proverbio árabe

Quien no sabe y no sabe que no sabe, es un tonto; huye de él.

Quien no sabe y sabe que no sabe, es humilde; enséñale.

Quien sabe y no sabe que sabe, está dormido; despiértale.

Quien sabe y sabe que sabe, es un sabio; síguele.

27 de octubre de 2020

El agua mágica

En una pequeña aldea había una pareja que se pasaba todo el día discutiendo. Un día, los vecinos, cansados de tantos gritos, recomendaron a la mujer que visitara al sabio, que tenía en su haber un agua mágica que lo curaba todo, y así lo hizo. Tras escuchar cuál era el problema con su pareja, le entregó una botella de agua diciéndole: "Toma esta botella de agua y cuando tu esposo empiece a discutir, bebe un sorbo y mantén el agua en tu boca hasta que él se calme, así dejaréis de pelear". La mujer regresó a casa y su marido la recibió entre gritos: "¿Dónde estabas? ¿Por qué no está lista la comida?". Sin contestarle, tomó un poco de agua y la mantuvo en su boca, mientras él seguía gritando. Al ver que ella no contestaba, el hombre calló. Tras la comida, el esposo nuevamente empezó a gritar: "¡Mira la casa, está sucia y desordenada!". Ella, ofendida, quiso responderle pero optó por tomar un sorbo del agua y guardó silencio. Y así pasaron los días. Cada vez que él comenzaba a discutir, ella bebía el agua y esperaba a que él se tranquilizara, así que con el tiempo aprendieron a vivir en paz. La mujer le contó el secreto y ambos fueron a ver al sabio para darle las gracias. "Lo que tomabas era agua simple. La acción de controlarse es la que os enseñó a vivir sin peleas, pensando qué y cómo decir las cosas", dijo.

22 de octubre de 2020

La apuesta del califa

Hace muchos años vivía un califa avaro y cruel que sentía pasión por las apuestas. Una mañana, al salir a uno de los patios, vio una pila de ladrillos y gritó: "Apuesto a que nadie es capaz de transportar estos ladrillos con sus manos de un lado al otro del patio antes de que el sol se ponga". Un joven albañil le preguntó por el premio y el califa le respondió que le daría 10 tinajas de oro. "¿Y si no lo consigo?", quiso saber el albañil. "Entonces, te cortaré la cabeza". Tras dudar unos minutos, el joven le dijo que aceptaba pero con una condición: "Podrás detener el juego en cualquier momento y, si lo haces, solo me darás una tinaja de oro". Tras unas horas, el albañil solo había transportado una pequeña parte de los ladrillos y, sin embargo, sonreía. "¿Por qué sonríes? No vas a ganar", le dijo el califa. "Te equivocas. Has olvidado algo muy sencillo y por eso venceré", le contestó el joven. Preocupado, el califa empezó a dudar y decidió detener la apuesta, con lo que el albañil ganó una tinaja de oro. Reconociéndose perdedor, le preguntó al joven qué se le había olvidado. "Te has olvidado de lo más sencillo, de que podías perder la confianza en ti mismo y sin esa virtud sabía que acabarías deteniendo la apuesta y yo ganaría mi tinaja". Y es que, sin confianza, hasta el más pintado acaba fracasando.

21 de octubre de 2020

El perro de pelea

Una familia adoptó varios perros cuando eran cachorros y, durante su crianza, se dieron cuenta de que uno destacaba por encima de los demás. Decidieron alimentarlo bien y adiestrarlo para que espantara a los animales salvajes que merodeaban por los alrededores de la casa. El animal creció y se hizo fuerte, y cumplió su labor de mantener alejadas a las peores bestias que podáis imaginar a cambio de sentirse cada vez más agobiado. Un día, al ver cómo se acercaban de nuevo animales, no pudo más y salió corriendo, desesperado, hasta llegar al pueblo más cercano. Allí lo vieron pasar unos perros callejeros que, cuando se detuvo, se acercaron llenos de curiosidad: "Con lo robusto que eres, ¿por qué corres de esta manera tan descontrolada?". El perro les respondió: "Sé que tengo un físico envidiable y que vivo en la abundancia, pero también os digo que siempre estoy cerca de la muerte y tengo que enfrentarme a osos y animales feroces de todo tipo". Entonces, los canes le dijeron: "Puede que nosotros seamos enclenques y que nuestra vida sea más pobre, pero en el fondo es más feliz porque no tenemos que pensar en combatir fieras". Y es que, en la vida, como le ocurría a este perro, disfrutar de grandes ganancias y muchas riquezas supone también enfrentarse a grandes riesgos.

20 de octubre de 2020

Los poderes mágicos

Había una vez un hombre llamado Mbokothe, que vivía con su hermano. Eran huérfanos y solo tenían dos vacas. Un día fue al hechicero para ver si, a cambio de los animales, podía otorgarle poderes mágicos. El chamán le dio el poder de convertirse en cualquier animal. Así, se transformó en toro y su hermano lo llevó al mercado, donde lo vendió a cambio de dos vacas y cinco cabras. Cuando el comprador se iba con el toro, éste salió corriendo. Lo persiguió pero Mbokothe se convirtió en león para ir más rápido y, cuando lo perdió de vista, el hombre pensó: "Es inútil que lo persiga, al toro se lo ha comido un león". Al día siguiente, Mbokothe adoptó de nuevo la forma de un toro y su hermano lo vendió por 10 cabras. Pero el comprador había visitado al mismo hechicero que él y tenía sus mismos poderes. Así que cuando el toro salió corriendo, su amo se convirtió en león para cazarlo. Mbokothe, entonces, se transformó en pájaro, pero su dueño se hizo cometa y voló tras él y, cada vez que cambiaba de forma, el hombre también lo hacía. Al final, el pobre Mbokothe, cansado, se rindió: "Usted gana, déjeme ir a casa y le devolveré sus cabras". Esta historia nos enseña que no hay que subestimar a los demás ni creernos mejor que ellos, pues podemos llevarnos una inesperada sorpresa.

19 de octubre de 2020

Cosa de niños

Cuenta una leyenda budista que un anciano maestro había abandonado la ciudad para dar un tranquilo paseo por unos campos llenos de cerezos en flor. Las ramas de los árboles se inclinaban majestuosas sobre el camino y el anciano iba absorto en sus meditaciones. De pronto, apareció ante él Angulimal, un bandido famoso en aquella comarca, que estaba dispuesto a robarle todo lo que llevaba y acabar con él. Entonces, el sabio le dijo: "Antes de matarme, solo te pido que me ayudes a cumplir dos últimos deseos". Angulimal le preguntó cuál era el primero, a lo que el sabio respondió: "Corta, por favor, una rama en flor de ese cerezo". Con un golpe de espada, el bandido hizo lo que le pedía, arrojando la rama a los pies de su víctima, que había empezado a rezar. "Mi segundo deseo es que ahora vuelvas a poner la rama en el árbol, para que siga floreciendo", le dijo. "Debes de estar loco, si crees que eso es posible", le dijo Angulimal. "Al contrario. El loco eres tú que te crees poderoso porque puedes herir y destruir. Eso es cosa de niños. El poderoso de verdad es aquel que sabe crear, dar vida y curar". El bandido se sorprendió mucho ante aquella respuesta, ya que se dio cuenta de que el sabio tenía razón, porque la violencia es el recurso de los incompetentes.

18 de octubre de 2020

El gato y los pájaros

Un gato muy listo y con mucha labia salió un día de la ciudad al campo en busca de tranquilidad, y se acomodó debajo de un sauce que le daba sombra. Cuando se disponía a dormir, no pudo, porque un montón de pájaros que estaban en una rama del árbol cantaban sin parar. El gato decidió que, en lugar de hacerlos callar, se los camelaría para que bajaran del sauce y, así, se los podría comer uno a uno. "¡Bravo! ¡Qué coro tan maravilloso y qué bella melodía, hermosos pajaritos!", les dijo con voz melosa. Al instante, las aves, asustadas, dejaron de cantar. Algunas subieron a ramas más altas y otras se escondieron entre la frondosidad del sauce. Pero el felino siguió hablando con su voz más dulce y les dijo que necesitaban un buen director para mejorar. "Mi dueño es músico y, gracias a él, yo he aprendido las virtudes de este oficio. Si queréis, os puedo ayudar". Los alabó de tal forma que, lamentablemente, los pajarillos, embobados, bajaron del árbol y el gato, inmediatamente, se zampó al más gordo de todos. Y es que, en esta vida, hay individuos que son capaces de mentir y adular todo lo que haga falta para lograr sus propósitos. Así que lo mejor es ser precavidos, ya que muchas personas pueden tener miel en los labios, pero veneno en el corazón.

15 de octubre de 2020

Todo es aprendizaje

Dos monjes de un monasterio tibetano recibieron el encargo de su maestro de ir a comprar los alimentos del mes a un pueblo lejano. Fueron, los adquirieron y, cuando estaban regresando, se toparon con un anciano que les interpeló: "¿Cómo es que seguís este camino? ¿Es qué no sabéis que está lleno de bandidos que os atracarán y os robarán todo lo que lleváis? Hacedme caso, coged el sendero de la derecha y viajaréis más seguros". Los dos monjes así lo hicieron y, sin embargo, fueron asaltados y perdieron todos los víveres. Al llegar, desolados, al monasterio, el maestro hizo pasar al primer monje a su aposento y le preguntó: "¿Qué has aprendido de lo que os ha ocurrido?". "Que no debo confiar en desconocidos", afirmó el monje. Después, pasó el otro y, ante la misma pregunta, respondió: "He aprendido a esperar lo inesperado". Al día siguiente, el primero abandonó el monasterio para no volver más, mientras que el otro se quedó, porque había realizado el aprendizaje correcto. Como le dijo el maestro: "Cuesta entender que no podemos controlarlo todo, porque nunca actuamos en función de lo que sucede, sino de lo que interpretamos o esperamos que ocurra. Dejar espacio para lo imprevisto requiere tener una mente abierta, algo que nos ayudará a disfrutar más de la vida y a ser más felices.

14 de octubre de 2020

La ambición (fábula)

A un monte una vez subí
Y de cansado me eché;
Más luego que lo bajé,
De confiado caí.
¡Déjame, ambición, aquí
Hasta morir descansando!
¿Qué ganaré ambicionando,
Si cuanto más subo, entiendo
Que me he cansar subiendo,
Y me he de caer bajando?

Ramón de Campoamor

12 de octubre de 2020

Los chiles picantes

Un hombre, de visita en la India, llegó a Calcuta y comenzó a pasear por una de sus calles. De repente vio a un comerciante que estaba en cuclillas vendiendo lo que él creyó que eran dulces, aunque, en realidad, se trataba de chiles picantes. Como era muy goloso, compró una gran cantidad dispuesto a darse un atracón. Se sentó en un parque y empezó a comerse los chiles a dos carrillos. Pero, en cuanto mordió el primero, sintió una oleada de fuego en el paladar. Aquellos "dulces" eran tan picantes, que se le puso roja la nariz, estornudaba y empezó a soltar lágrimas. No obstante, él seguía devorando aquellas "chucherías". Entonces, un paseante se acercó a él y le dijo: "¿No sabe que los chiles se comen en pequeñas cantidades?". El hombre, casi sin poder hablar, contestó: "Yo pensaba que había comprado dulces". Y siguió comiendo como si nada. "Bueno, pero ahora que ya sabe que no son dulces, ¿por qué continúa devorándolos?", inquirió el paseante. "Ya que he invertido en ellos mi dinero, no los voy a tirar", respondió ante el asombro de su interlocutor, que se alejó, reflexionando acerca de la importancia de no ser como aquel hombre y saber coger lo mejor para el crecimiento interior, desechando lo innecesario o pernicioso, aunque se haya invertido años y dinero en ello.

9 de octubre de 2020

El barquero y el erudito

Un hombre muy culto alquiló una barca para cruzar un caudaloso río. Al saludarle, el barquero, que era de origen muy humilde, se expresó con frases que demostraban que no había tenido la posibilidad de ir a la escuela. Y cuando el erudito se lo preguntó, el hombre reconoció que era analfabeto. "Supongo que tampoco sabrá historia, geografía ni aritmética, ¿no?", insistió el sabio. "Pues no. Tampoco sé nada de eso. Sólo soy un pobre barquero ignorante". Entonces, el pasajero se atrevió a sentenciar que "un hombre sin cultura es como si hubiera perdido la mitad de su vida". En ese momento, la barca, arrastrada por la corriente, se estrelló contra unas rocas y se partió en dos, de manera que el barquero y el sabio cayeron al agua. "¿Señor, sabe usted nadar?", preguntó entonces el humilde remero. "¡No! ¡No sé nadar", respondió el listo. "Pues me temo que hoy va a perder, no la mitad, sino toda su vida". Dicho lo cual, el barquero atrapó a su presuntuoso pasajero, que, humillado, no dijo nada hasta llegar a la orilla, aprendiendo, desde su sabiduría, la lección: nunca te creas superior a nadie, porque aquello de lo que presumes puede no servirte de nada en determinadas circunstancias, mientras que las habilidades que menosprecias en otros pueden salvarte de más de un apuro.

8 de octubre de 2020

El león y el mosquito

Cierta vez, un mosquito se acercó a un león y le dijo que no le tenía miedo porque, a pesar de su tamaño, era más fuerte que él. El rey de los felinos, sorprendido por su atrevimiento, se echó a reír, pero el insecto le retó diciendo: "Si crees que puedes ganarme, demuéstramelo". Como quería quitárselo de encima, el león le desafió a un combate. Así, el mosquito hizo sonar su zumbido y atacó al animal picándole muchas veces alrededor de la nariz, donde no tenía pelo que le protegiera. Muy agobiado, el león empezó a arañarse con sus propias garras hasta que, cansado de hacerse daño, renunció a la pelea. Feliz, el mosquito voló como un loco por todas partes jactándose de su victoria. Tan orgulloso estaba que, sin darse cuenta, se enredó en una tela de araña y, en cuestión de segundos, su dueña se acercó con la intención de comérselo de un bocado. Instantes antes de ser devorado, el mosquito se lamentó: "Pero qué desdicha más grande. Yo, que he luchado contra los más poderosos y los he vencido, voy a perecer a manos de una insignificante araña". Y antes de hincarle el diente, ésta le dijo: "No importa lo grandes que hayan sido tus éxitos, lo que sí importa es evitar que la dicha, el orgullo y la prepotencia por haberlos obtenido lo arruinen todo".