22 de febrero de 2012

La cabra


La cabra suelta en el huerto
andaba comiendo albahaca.

Toronjil comió después
y después tallos de malva.

Era blanca como un queso,
como la luna era blanca.

Cansada de comer hierbas,
se puso a comer retamas.

Nadie la vio sino Dios.
Mi corazón la miraba.

Ella seguía comiendo
flores y ramas de salvia.

Se puso a balar después,
bajo la clara mañana.

Su balido era en el aire
un agua que no mojaba.

Se fue por el campo fresco,
camino de la montaña.

Se perfumaba de malvas
el viento, cuando balaba.

Oscar Castro

5 comentarios:

  1. No sé si será así, pero lo veo como un símil con el ser humano que se alimenta, no solo físicamente, de acuerdo a la Naturaleza y al ritmo de lo creado, que lo digiere y luego lo difunde multiplicándolo. "Nadie lo vio sino Dios" lo entiendo como que uno está solo con su conciencia, donde está en última instancia la verdad, y si actúa de acuerdo a ella se es puro "a imagen y semejanza de Dios".

    Un abrazo!

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  2. Interesante manera de interpretar este poema...
    Un abrazo Manulondra!

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  3. Me pasó aquí como en otros blogs. Comento y no hay forma humana: desaparecen mis palabras por más que intento.

    Decía yo esta mañana que me traes recuerdos de mi infancia cuando me veía todos los veranos rodeadas de cabras, caballos, conejos, cerdos y demás familias animales en una aldeita allá por sierras de Granada.

    Gracias por traerme vivencias. Me he sentido estupendamente.

    Un abrazo grande

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  4. No he recibido comentarios tuyos, Marisa. También me pasó este verano el tener problemas en los blogs, ni siquiera podía entrar con mi cuenta de Google. No te preocupes, ya me comentarás cuando puedas...
    Igualmente tengo muy buenos recuerdos de algunos veranos, en un pueblo perdido entre montañas...había una sola tienda en la que vendían un poquito de todo, cuando lo había...animales...por todas partes, eso sí. Fui muy feliz allí. Animales, libertad, amig@s...Me alegro de traerte buenos recuerdos; nunca se borran.

    Besos!!

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