7 de marzo de 2011

Desde la ventana


Una noche en la que el calor era insoportable, sin la más leve brisa que entrara por las ventanas abiertas y con el termómetro marcando los mismos grados que durante el dia, Raquel se levantó incapaz de conciliar el sueño y, mientras bebía un vaso de agua junto a la puerta que daba al jardín, vio una luz, dudando entre lucir más o apagarse del todo, en lo alto de una de las casas del fondo de la calle.
La reconfortó saber que ella no era la única que estaba sin dormir y, quizá por eso, las noches siguientes, desvelada y agotada por la ola de calor que parecía no tener fin, se fijaba de nuevo en aquella ventana.
Como si desde allí también le prestaran atención, la luz, que en un principio se encendía con timidez, fue expandiéndose hasta permitir ver con claridad el contorno de la ventana, la pared que la rodeaba y el interior. A pesar de la distancia, la joven observaba en busca de quien, como ella, permanecía en vigilia.
Aprovechaba las primeras horas del día, cuando soplaba una leve brisa que hacía descender algo el mercurio del termómetro, para conciliar el sueño y se levantaba cuando su familia estaba a punto de regresar a casa de sus obligaciones. Ese verano sin un lugar adonde escapar de vacaciones con sus amigos y sin una ocupación se le estaba haciendo insoportable.
Descubrir la ventana le sirvió de distracción. Raquel esperaba entre las sombras del salón a que todos durmieran, entonces, al pisar la hierba alumbrada por la luna, una luz, noche tras noche, iluminaba el desván de la casa del fondo de la calle.
El convencimiento de que tras aquella ventana alguien estaba pendiente de ella la llevó a intentar comunicarse: agitó los brazos y saltó sin obtener respuesta. Luego tuvo otra idea: pulsó varias veces el interruptor del salón dejando que la luz saliera por la puerta y las ventanas, una vez sí y otra no. Descubrió que, al mismo ritmo que su jardín se iluminaba, lo hacía la ventana de la casa vecina dejando ver a una silueta en movimiento.
Quien respondía a las señales lo hacía desde el alféizar; Raquel se asustó y apagó la luz temiendo que perdiera el equilibrio. A la noche siguiente, el juego de luces fue más breve aún al ver Raquel a la figura asomarse peligrosamente por la ventana; apagó y entró decidida a poner fin a tal temeridad.
La tarde siguiente, antes del anochecer, se acercó a la casa del fondo de la calle, llamó y, tras una breve y confusa explicación, preguntó a quien le abrió la puerta por la persona que ocupaba la habitación de la buhardilla. “¿En el desván, dices? Está cerrado y la ventana inutilizada; la tapiaron los anteriores propietarios. Al parecer, alguien se cayó desde allí”. Raquel retrocedió, levantó la vista y comprobó que donde la noche anterior había una ventana iluminada sólo se veían ladrillos medio tapiados por la hiedra.


2 comentarios:

  1. !Felicidades Gloriana!!Bienvenida a este mundillo de los blogs. Estoy seguro de que el tuyo será muy interesante y variado, ya no tenemos excusas para desconocer tus ideas y sentimientos... !espero que sea un éxito de audiencia!

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  2. Muchas gracias por entrar en el blog y leerme! Un abrazo!

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