24 de enero de 2017

Paseo hacia el ayer



El portón de la verja quedó entreabierto a mis espaldas, y aun con permiso para visitar la propiedad e ir acompañada del guarda, me he sentido casi como una intrusa. He vuelto a sentirme la chiquilla pobre, mal vestida y tímida hasta la torpeza, que pasara en esta antigua residencia los mejores momentos de su infancia y de su adolescencia. Y es que este lugar, a pesar de lo envejecido y abandonado, aún conserva la fisonomía, el carácter, la magia de antaño, como si el tiempo se hubiera detenido allí defendiéndose durante tantos años del progreso, ya inevitable, pues el edificio acaba de ser vendido a una empresa constructora.
A medida que cruzábamos el parque descuidado, donde he visto la pérgola ruinosa y la fuente rota y avanzando hacia el antiguo palacete, me he creído transportada a aquellos inolvidables años…
El guarda, creo que adivinando mi profunda emoción, me ha acompañado en pleno silencio.




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