26 de abril de 2020

Nirvana


Nuestro pasado nos condiciona más de lo que nos gustaría o menos de lo esperado, dependiendo de nuestra actitud.
La mayoría de nosotros ha aceptado que la búsqueda de una mínima calidad de vida se apoya en el sentimiento saludable de amor por uno mismo.

Cuentan que, una vez, un estudiante avanzado del zen viajó hasta la ermita del viejo maestro Qian Feng para hacerle una pregunta que había estado ponderando desde hacía mucho tiempo.
Cuando finalmente estuvo frente al maestro, que aguardaba en calma sobre su tatami, el estudiante se arrodilló y dijo:
-Maestro, sé que todas las direcciones conducen a la morada de Buda, pero también sé que solo un camino lleva hasta las puertas del Nirvana. Solo te pido, maestro, que me digas dónde comienza ese camino.
Qian Feng se puso entonces de pie, dio un par de pasos hacia el estudiante y, con el extremo de su bastón, trazó una línea sobre la tierra justo delante del rostro de su discípulo.
-Aquí- dijo.
Y sonriendo, el maestro volvió a sentarse sobre su tatami.
Ciertamente, el camino del cambio, como el de la congruencia, como el de la excelencia, como el de la consciente continuidad, puede comenzar aquí y ahora, en el momento en que así lo decidimos, ya que el momento oportuno está aquí, en este instante. Pero ¿por qué no aprovechar el empujón que nos da una situación especial, cualquiera que sea, para renovar el interés o el compromiso con nuestra existencia?

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