31 de diciembre de 2011
19 de diciembre de 2011
El árbol de Navidad
Autor: Luciano Galbiati
Publicado en la revista española “Ilustración Femenina” en Diciembre de 1958
Llegué frente al portal del que tenía que salir Mariuccia. Pocos momentos después, ella se sentaba en el coche, junto a mí.
_ Hola, tesoro__dije, besándola en una mejilla. Mariuccia sonrió. Puse el motor en marcha y me interné en la corriente de coches. El tránsito era intenso.
__Giulio__me dijo de pronto Mariuccia__.¿No te encanta ese aire de fiesta, de gozo? Dentro de tres días, Navidad.
__Sí, sí que me encanta__dije, sin el menor entusiasmo__. Pero desde que mis padres murieron no he vuelto a celebrarla. El año pasado ni siquiera salí de casa.
__El año pasado no me conocías__prosiguió__. Además, esta noche mis padres te esperan. Verás el Belén que hemos hecho entre todos.
__Está bien. Iré a las nueve.
Habíamos llegado frente a su casa y detuve el coche.
__Ahora tengo que marcharme__dijo Mariuccia, apeándose__. Procura ser puntual.
A las nueve en punto estaba allí. Su padre, su madre y sus tres hermanos me tributaron una afectuosa acogida. Me condujeron a la habitación que hasta entonces había sido el despacho del padre y que, en aquel momento, presentaba un curioso aspecto. Dos montañas se enfrentaban entre las cuatro paredes. Una la constituían los muebles (escritorio, butacas, estantes de la librería) y llegaba al techo. La otra estaba construida con papel de embalaje teñido de negro y cubierto de musgo y algodón en rama. Sobre ella se extendía el Belén, que habría hecho morir de envidia a cualquier chiquillo, tal era la cantidad de figurillas que en él campeaban. Y no carecía, como es lógico, de su lago, cuyo fondo era un espejo, su cascada de papel de estaño, un puente, nieve en abundancia...Pero mi asombro llegó al punto culminante cuando apagaron la lámpara central y en el Belén se alumbraron infinidad de lucecillas de colores, que crearon un ambiente realmente sugestivo.
Era de veras un Belén muy bonito, y mis alabanzas, que se dirigieron a todos por igual, eran realmente sinceras. Pero de pronto se me ocurrió preguntar:
__¿No hay árbol de Navidad?
__No, no lo habrá__replicó vivamente el hermano menor, con el aire de quien sabe mucho pero no quiere entrar en detalles.
__El árbol de Navidad es también muy hermoso__insistí, sin imaginar lo que se me echaba encima.
__Claro que lo es__ admitió decididamente el chico__. Pero no lo tenemos aquí.
__¿Y dónde lo tenéis?__pregunté asombrado.
__En la tienda de abajo. Lo tiene el floricultor.
El padre de Mariuccia se decidió a intervenir.
__Vea, querido Giulio, el abeto que les gusta a mis hijos es demasiado caro. Ya se sabe, en esos días se aprovechan y piden cinco o seis mil liras por un arbolito sencillo.
__Tiene razón__dije yo__. Es una tontería tirar el dinero así, con tanto trabajo como cuesta ganarlo.
Me sentí satisfecho de haber pronunciado esa frase, que sin duda había halagado a la madre de Mariuccia, que era muy ahorradora. Pero no habría pasado nada si, de repente, no se me hubiera ocurrido añadir:
__Mañana por la noche, en esta casa habrá el más hermoso abeto de todo Milán.
Los chiquillos aplaudieron sin preguntar cómo ni por qué, y yo miré a Mariuccia, con las manos puestas en los bolsillos de la americana, ufano como un pavo real. Mariuccia se sonrojó y buscaba las palabras para agradecérmelo, pero no le di tiempo:
__Mi abuela, al morir__expliqué__, legó un terreno a mi padre. Allí se crían muchos abetos.
Me había convertido de pronto en el centro de la atención general.
A media noche la madre de Mariuccia miró el reloj. Comprendí cual era mi deber y me despedí de la familia. Quedé sorprendido al ver que Mariuccia bajaba a abrirme el portal sin que, según costumbre, la acompañaran por lo menos dos de sus hermanos. Acercó sus labios a mi oído susurrándome mimosa:
__Mira que si no traes el abeto mañana por la noche, no respondo de la simpatía y afecto que hasta el momento te ha dispensado mi familia.
La besé y salí henchido de orgullo.
Al acostarme di cuerda al despertador y puse la manecilla de la alarma a las cuatro. Antes de dormirme saqué rápidamente la cuenta de lo que me vendría a costar el árbol de Navidad. Tenía que recorrer ochenta kilómetros: diez litros de gasolina, ida y vuelta. En total mil cuatrocientas veinte liras: un verdadero negocio.
A las cuatro, cuando sonó el despertador, había olvidado a Mariuccia, su árbol de Navidad y todo lo demás. Así que extendí el brazo para subsanar lo que se me antojó un capricho del reloj. Desgraciadamente le di un golpe con la mano y lo tiré. Cayó al suelo donde quedó quieto y silencioso. Volví a meter el brazo debajo de las sábanas y me desperté, bien descansado, a las nueve, acordándome inmediatamente de mi compromiso. Entonces la tragedia se me apareció en toda su magnitud: tenía que volar.
A las diez ya estaba en camino. Iba contento. El coche devoraba los kilómetros. Aquella noche habría en casa de Mariuccia el más hermoso abeto que se hubiera visto jamás.
En la recta de Erba a Invértigo pinché. No lo tomé muy a pecho hasta que recordé que no tenía rueda de recambio. La había dejado en Milán para que la repararan. Tuve que decidirme a empujar el coche hasta el primer taller de reparaciones, y allí hay una cuestecita...
A las once y media reanudé el viaje. De pronto empezó a llover. No me sentí muy entusiasmado ante la perspectiva de tener que abatir un árbol bajo la lluvia. Pero, ¿qué podía hacer? ¿Esperar a que cesara? No, mejor poner enseguida manos a la obra. Entonces recordé que no tenía llave de la caseta de herramientas. Bueno, por suerte no se trataba de derribar el árbol mayor de todos. Me acerqué a un abeto pequeñito. A ver... a lo mejor conseguía arrancarlo. Aferré el tronco con ambas manos y empecé a tirar de él. Debía tener buenas raíces porque ni siquiera se movió. “Habré de buscar algo para desarraigarlo”, me dije. Miré a mi alrededor pero nada vi que pudiera serme útil. Al cabo de cierto tiempo de esforzarme en remover el abeto, las rodillas comenzaron a dolerme. La posición resultaba muy incómoda. Me levanté con tal presteza que desgarré el impermeable. Era casi nuevo. Está bien; no tuve más remedio que forzar la cerradura de la caseta.
Cogí una sierra y con ella todo fue distinto. Al cabo de dos minutos, el árbol se me vino encima, derribándome y dejándome el impermeable como para marcharse solo a la tintorería.
Bueno, había tenido que vencer algunos obstáculos, pero ya estaba el árbol a mis pies. Estaba convencido de que resultaría precioso, una vez adornado, en casa de Mariuccia.
Decidí pasar por el pueblo para decirle al cerrajero que arreglara la cerradura inmediatamente, y me dirigí al coche, seguro de haber ganado la batalla. Al llegar frente a él me detuve de golpe. Para que el árbol cupiera tendría que descapotarlo. Miré al cielo. Había dejado de llover. Saqué la capota en un santiamén, pero empleé bastante más en levantar el abeto y colocarlo dentro, cerrando los ojos para no ver los arañazos. Respiré fatigosamente y entonces caí en la cuenta de que mi sitio, frente al volante, estaba casi enteramente ocupado por el árbol.
Por primera vez sentí la tentación de volverlo al sitio de donde lo saqué, lavarme las manos y marcharme tranquilamente. Pero vencí: Mariuccia, sus padres y sus hermanos me estaban esperando.
Corté del modo que me fue posible las ramas que más me molestaban, y con algún trabajo me situé en el asiento. Miré el reloj: las tres. Sobre las cinco podía estar en casa de Mariuccia. No pude evitar el gozar anticipadamente del éxito que ello me proporcionaría. Pero, en cuanto emprendí el regreso, comprendí que corría el peligro de morir helado.
Al primer bar que encontré me bajé a tomar un ponche. Dos kilómetros más abajo me tomé otro, y repetí la hazaña varias veces durante el trayecto. Al llegar a medio camino, y a pesar de estar medio congelado, me sentía bastante alegre. Entonces ocurrió lo imprevisto: el cielo se abrió para dejar caer sobre mí una nieve espesa, de copos descaradamente grandes. Mi paciencia se había colmado. Bajaría el pino y lo dejaría en la cuneta. Sí, estaba decidido a hacerlo, cuando dos chiquillos bien arropados y felices se plantaron ante mí.
__Mira__exclamó uno de ellos__. Ese lleva un árbol de Navidad con nieve verdadera.
Me vi ante Mariuccia con un abeto en brazos, cubierto de nieve real, y pensé que ella tal vez me lo recompensaría con un beso entusiasta, que su madre fingiría no ver, y no tuve el valor de sustraerme a tan halagüeña perspectiva.
Fue una Navidad inolvidable. En efecto: aun cuando han transcurrido cuatro años la recuerdo como si fuera ahora. La acogida de la familia de mi prometida fue entusiasta; superó en mucho mis más rosadas esperanzas.
Oculté mi emoción bajo una máscara de orgullo y modestia a la vez y no dije palabra de mis desventuras. Hoy, sin embargo, yo siento el deseo de confesarme, de contar a alguien cómo acabó el viaje.
Había recorrido una tercera parte del camino cuando oscureció. Engañado por los múltiples reflejos, calculé mal la distancia que me separaba del coche que me precedía y me eché encima de él. Tras un intercambio no muy cortés de puntos de vista, tuve que abonar daños y perjuicios al conductor, que a ojo los valoró en diez mil liras. Para colmo, mientras él se marchaba, yo tuve que llamar por teléfono a un mecánico y aguardar a que viniera a hacerse cargo del coche, que había quedado sin faros. Hube de dirigirme a Milán en tren. Sin abeto, claro.
Desde la estación del Norte, y en taxi, me dirigí a casa de Mariuccia. En cuanto me apeé, sin pensarlo dos veces, compré al floricultor el árbol por el que suspiraba toda la familia. Y me presenté con él, sonriendo. Esa es la verdad. Verdad que nunca supo nadie.
Recuerdo que, unos días después, saqué la cuenta de lo que me había costado el árbol. Bencina: mil quinientas. Remiendo y lavado en seco del impermeable: dos mil quinientas. Factura del cerrajero por arreglar la cerradura de la caseta: mil. Calefacción (ponches): mil doscientas. Liquidación de daños al estúpido a quien embestí: diez mil.
Al mecánico, por arreglos de mi coche: seis mil. Billete del tren: cuatrocientas. Taxis: quinientas. Reparación del despertador: (que desde aquella famosa mañana no ha vuelto a funcionar como es debido): mil. A todo ello, como es natural, hay que añadir el precio del árbol. Total: treinta mil liras.
Ayer mi esposa, Mariuccia, dijo que sería muy hermoso que nuestros hijos tuvieran un árbol de Navidad, grande como el que yo había ido a buscar cuatro años atrás en el terreno que nos legara la abuelita. ¿Me sentiría con ánimos de ir a por él?
Por primera vez desde que nos casamos miré a mi esposa de reojo, y sin contestar, sin siquiera ponerme el abrigo, con la cabeza descubierta, me dirigí a la escalera, la bajé como un muchacho, y corriendo entré en la tienda del floricultor. Diez minutos después, sonriente ante la idea del peligro evitado, estaba otra vez en casa. Algo jadeante, pero con un bellísimo árbol de Navidad.
__Quien sabe lo que habrás pagado por él__dijo Mariuccia.
Contesté rápidamente:
__Poco, puedes tenerlo por seguro. Diez mil liras, ya ves.
_ Hola, tesoro__dije, besándola en una mejilla. Mariuccia sonrió. Puse el motor en marcha y me interné en la corriente de coches. El tránsito era intenso.
__Giulio__me dijo de pronto Mariuccia__.¿No te encanta ese aire de fiesta, de gozo? Dentro de tres días, Navidad.
__Sí, sí que me encanta__dije, sin el menor entusiasmo__. Pero desde que mis padres murieron no he vuelto a celebrarla. El año pasado ni siquiera salí de casa.
__El año pasado no me conocías__prosiguió__. Además, esta noche mis padres te esperan. Verás el Belén que hemos hecho entre todos.
__Está bien. Iré a las nueve.
Habíamos llegado frente a su casa y detuve el coche.
__Ahora tengo que marcharme__dijo Mariuccia, apeándose__. Procura ser puntual.
A las nueve en punto estaba allí. Su padre, su madre y sus tres hermanos me tributaron una afectuosa acogida. Me condujeron a la habitación que hasta entonces había sido el despacho del padre y que, en aquel momento, presentaba un curioso aspecto. Dos montañas se enfrentaban entre las cuatro paredes. Una la constituían los muebles (escritorio, butacas, estantes de la librería) y llegaba al techo. La otra estaba construida con papel de embalaje teñido de negro y cubierto de musgo y algodón en rama. Sobre ella se extendía el Belén, que habría hecho morir de envidia a cualquier chiquillo, tal era la cantidad de figurillas que en él campeaban. Y no carecía, como es lógico, de su lago, cuyo fondo era un espejo, su cascada de papel de estaño, un puente, nieve en abundancia...Pero mi asombro llegó al punto culminante cuando apagaron la lámpara central y en el Belén se alumbraron infinidad de lucecillas de colores, que crearon un ambiente realmente sugestivo.
Era de veras un Belén muy bonito, y mis alabanzas, que se dirigieron a todos por igual, eran realmente sinceras. Pero de pronto se me ocurrió preguntar:
__¿No hay árbol de Navidad?
__No, no lo habrá__replicó vivamente el hermano menor, con el aire de quien sabe mucho pero no quiere entrar en detalles.
__El árbol de Navidad es también muy hermoso__insistí, sin imaginar lo que se me echaba encima.
__Claro que lo es__ admitió decididamente el chico__. Pero no lo tenemos aquí.
__¿Y dónde lo tenéis?__pregunté asombrado.
__En la tienda de abajo. Lo tiene el floricultor.
El padre de Mariuccia se decidió a intervenir.
__Vea, querido Giulio, el abeto que les gusta a mis hijos es demasiado caro. Ya se sabe, en esos días se aprovechan y piden cinco o seis mil liras por un arbolito sencillo.
__Tiene razón__dije yo__. Es una tontería tirar el dinero así, con tanto trabajo como cuesta ganarlo.
Me sentí satisfecho de haber pronunciado esa frase, que sin duda había halagado a la madre de Mariuccia, que era muy ahorradora. Pero no habría pasado nada si, de repente, no se me hubiera ocurrido añadir:
__Mañana por la noche, en esta casa habrá el más hermoso abeto de todo Milán.
Los chiquillos aplaudieron sin preguntar cómo ni por qué, y yo miré a Mariuccia, con las manos puestas en los bolsillos de la americana, ufano como un pavo real. Mariuccia se sonrojó y buscaba las palabras para agradecérmelo, pero no le di tiempo:
__Mi abuela, al morir__expliqué__, legó un terreno a mi padre. Allí se crían muchos abetos.
Me había convertido de pronto en el centro de la atención general.
A media noche la madre de Mariuccia miró el reloj. Comprendí cual era mi deber y me despedí de la familia. Quedé sorprendido al ver que Mariuccia bajaba a abrirme el portal sin que, según costumbre, la acompañaran por lo menos dos de sus hermanos. Acercó sus labios a mi oído susurrándome mimosa:
__Mira que si no traes el abeto mañana por la noche, no respondo de la simpatía y afecto que hasta el momento te ha dispensado mi familia.
La besé y salí henchido de orgullo.
Al acostarme di cuerda al despertador y puse la manecilla de la alarma a las cuatro. Antes de dormirme saqué rápidamente la cuenta de lo que me vendría a costar el árbol de Navidad. Tenía que recorrer ochenta kilómetros: diez litros de gasolina, ida y vuelta. En total mil cuatrocientas veinte liras: un verdadero negocio.
A las cuatro, cuando sonó el despertador, había olvidado a Mariuccia, su árbol de Navidad y todo lo demás. Así que extendí el brazo para subsanar lo que se me antojó un capricho del reloj. Desgraciadamente le di un golpe con la mano y lo tiré. Cayó al suelo donde quedó quieto y silencioso. Volví a meter el brazo debajo de las sábanas y me desperté, bien descansado, a las nueve, acordándome inmediatamente de mi compromiso. Entonces la tragedia se me apareció en toda su magnitud: tenía que volar.
A las diez ya estaba en camino. Iba contento. El coche devoraba los kilómetros. Aquella noche habría en casa de Mariuccia el más hermoso abeto que se hubiera visto jamás.
En la recta de Erba a Invértigo pinché. No lo tomé muy a pecho hasta que recordé que no tenía rueda de recambio. La había dejado en Milán para que la repararan. Tuve que decidirme a empujar el coche hasta el primer taller de reparaciones, y allí hay una cuestecita...
A las once y media reanudé el viaje. De pronto empezó a llover. No me sentí muy entusiasmado ante la perspectiva de tener que abatir un árbol bajo la lluvia. Pero, ¿qué podía hacer? ¿Esperar a que cesara? No, mejor poner enseguida manos a la obra. Entonces recordé que no tenía llave de la caseta de herramientas. Bueno, por suerte no se trataba de derribar el árbol mayor de todos. Me acerqué a un abeto pequeñito. A ver... a lo mejor conseguía arrancarlo. Aferré el tronco con ambas manos y empecé a tirar de él. Debía tener buenas raíces porque ni siquiera se movió. “Habré de buscar algo para desarraigarlo”, me dije. Miré a mi alrededor pero nada vi que pudiera serme útil. Al cabo de cierto tiempo de esforzarme en remover el abeto, las rodillas comenzaron a dolerme. La posición resultaba muy incómoda. Me levanté con tal presteza que desgarré el impermeable. Era casi nuevo. Está bien; no tuve más remedio que forzar la cerradura de la caseta.
Cogí una sierra y con ella todo fue distinto. Al cabo de dos minutos, el árbol se me vino encima, derribándome y dejándome el impermeable como para marcharse solo a la tintorería.
Bueno, había tenido que vencer algunos obstáculos, pero ya estaba el árbol a mis pies. Estaba convencido de que resultaría precioso, una vez adornado, en casa de Mariuccia.
Decidí pasar por el pueblo para decirle al cerrajero que arreglara la cerradura inmediatamente, y me dirigí al coche, seguro de haber ganado la batalla. Al llegar frente a él me detuve de golpe. Para que el árbol cupiera tendría que descapotarlo. Miré al cielo. Había dejado de llover. Saqué la capota en un santiamén, pero empleé bastante más en levantar el abeto y colocarlo dentro, cerrando los ojos para no ver los arañazos. Respiré fatigosamente y entonces caí en la cuenta de que mi sitio, frente al volante, estaba casi enteramente ocupado por el árbol.
Por primera vez sentí la tentación de volverlo al sitio de donde lo saqué, lavarme las manos y marcharme tranquilamente. Pero vencí: Mariuccia, sus padres y sus hermanos me estaban esperando.
Corté del modo que me fue posible las ramas que más me molestaban, y con algún trabajo me situé en el asiento. Miré el reloj: las tres. Sobre las cinco podía estar en casa de Mariuccia. No pude evitar el gozar anticipadamente del éxito que ello me proporcionaría. Pero, en cuanto emprendí el regreso, comprendí que corría el peligro de morir helado.
Al primer bar que encontré me bajé a tomar un ponche. Dos kilómetros más abajo me tomé otro, y repetí la hazaña varias veces durante el trayecto. Al llegar a medio camino, y a pesar de estar medio congelado, me sentía bastante alegre. Entonces ocurrió lo imprevisto: el cielo se abrió para dejar caer sobre mí una nieve espesa, de copos descaradamente grandes. Mi paciencia se había colmado. Bajaría el pino y lo dejaría en la cuneta. Sí, estaba decidido a hacerlo, cuando dos chiquillos bien arropados y felices se plantaron ante mí.
__Mira__exclamó uno de ellos__. Ese lleva un árbol de Navidad con nieve verdadera.
Me vi ante Mariuccia con un abeto en brazos, cubierto de nieve real, y pensé que ella tal vez me lo recompensaría con un beso entusiasta, que su madre fingiría no ver, y no tuve el valor de sustraerme a tan halagüeña perspectiva.
Fue una Navidad inolvidable. En efecto: aun cuando han transcurrido cuatro años la recuerdo como si fuera ahora. La acogida de la familia de mi prometida fue entusiasta; superó en mucho mis más rosadas esperanzas.
Oculté mi emoción bajo una máscara de orgullo y modestia a la vez y no dije palabra de mis desventuras. Hoy, sin embargo, yo siento el deseo de confesarme, de contar a alguien cómo acabó el viaje.
Había recorrido una tercera parte del camino cuando oscureció. Engañado por los múltiples reflejos, calculé mal la distancia que me separaba del coche que me precedía y me eché encima de él. Tras un intercambio no muy cortés de puntos de vista, tuve que abonar daños y perjuicios al conductor, que a ojo los valoró en diez mil liras. Para colmo, mientras él se marchaba, yo tuve que llamar por teléfono a un mecánico y aguardar a que viniera a hacerse cargo del coche, que había quedado sin faros. Hube de dirigirme a Milán en tren. Sin abeto, claro.
Desde la estación del Norte, y en taxi, me dirigí a casa de Mariuccia. En cuanto me apeé, sin pensarlo dos veces, compré al floricultor el árbol por el que suspiraba toda la familia. Y me presenté con él, sonriendo. Esa es la verdad. Verdad que nunca supo nadie.
Recuerdo que, unos días después, saqué la cuenta de lo que me había costado el árbol. Bencina: mil quinientas. Remiendo y lavado en seco del impermeable: dos mil quinientas. Factura del cerrajero por arreglar la cerradura de la caseta: mil. Calefacción (ponches): mil doscientas. Liquidación de daños al estúpido a quien embestí: diez mil.
Al mecánico, por arreglos de mi coche: seis mil. Billete del tren: cuatrocientas. Taxis: quinientas. Reparación del despertador: (que desde aquella famosa mañana no ha vuelto a funcionar como es debido): mil. A todo ello, como es natural, hay que añadir el precio del árbol. Total: treinta mil liras.
Ayer mi esposa, Mariuccia, dijo que sería muy hermoso que nuestros hijos tuvieran un árbol de Navidad, grande como el que yo había ido a buscar cuatro años atrás en el terreno que nos legara la abuelita. ¿Me sentiría con ánimos de ir a por él?
Por primera vez desde que nos casamos miré a mi esposa de reojo, y sin contestar, sin siquiera ponerme el abrigo, con la cabeza descubierta, me dirigí a la escalera, la bajé como un muchacho, y corriendo entré en la tienda del floricultor. Diez minutos después, sonriente ante la idea del peligro evitado, estaba otra vez en casa. Algo jadeante, pero con un bellísimo árbol de Navidad.
__Quien sabe lo que habrás pagado por él__dijo Mariuccia.
Contesté rápidamente:
__Poco, puedes tenerlo por seguro. Diez mil liras, ya ves.
11 de diciembre de 2011
El significado de la Navidad cuando envejecemos / Charles Dickens
Hubo una época en la que, para la mayoría de nosotros, la Navidad llenaba nuestro pequeño mundo, y lo ocupaba hasta tal punto que no deseábamos nada nuevo ni tampoco echábamos nada de menos. La Navidad reunía nuestras alegrías hogareñas, nuestros afectos y nuestras esperanzas, agrupaba a todos y a cada uno alrededor del hogar navideño y conseguía que la pequeña escena brillara perfecta ante nuestros ojos.
Llegó tal vez demasiado pronto el tiempo en que nuestros pensamientos saltaron esos estrechos límites, cuando llegó a nuestra vida una persona (muy querida, eso pensamos entonces, tan hermosa y absolutamente perfecta), y creímos que ella era absolutamente necesaria para completar la plenitud de nuestra felicidad. Fue el tiempo en que se nos requería también en otro hogar, habitado por esa persona (o al menos así lo creíamos, y actuamos en consecuencia). En aquel tiempo entrelazábamos su nombre en cada corona y guirnalda de nuestra vida.¡ Esa era la época de las brillantes y soñadas Navidades que ya se han alejado de nosotros, para mostrarse débilmente, después de las lluvias del verano, en las franjas más pálidas del arco iris! Era la época en la que gozábamos ingenuamente de las cosas que iban a suceder...y que nunca sucedieron. Y, sin embargo, ¡todos aquellos deseos resultaban tan reales entretejidos en nuestras esperanzas que ahora sería difícil decir qué hechos de nuestras vidas han sido más reales!
¡Cómo! ¿Nunca tuvo lugar en realidad esa Navidad en la que dos familias unidas__pero poco antes enfrentadas por nuestra culpa__nos recibían, a nosotros y a nuestra joya de inestimable valor__nuestra elección de juventud__, después de celebrarse el más feliz de los matrimonios completamente imposibles? ¿Nunca existió esa Navidad en la que hermanos y cuñadas__que siempre fueron tan fríos para con nosotros, antes de que nuestro parentesco se verificara__, nos adoraron y nos agasajaron? ¿No existió esa Navidad en la que nuestros padres y madres nos abrumaron con suculentas rentas? ¿Existió realmente alguna vez esa cena de Navidad, después de la cual nos levantamos, y generosa y elocuentemente rendimos honor a nuestro último rival, presente entre los invitados, y allí mismo nos juramos amistad y perdón, y encontramos un afecto que no se conoce ni en la historia griega o romana, perdurable hasta la muerte? ¿Hace mucho que ha dejado de importarle a ese rival nuestra misma joya de inestimable valor? ¿Le ha dejado de importar hasta el punto que después de casarse por dinero acabó siendo un usurero? Pero, sobre todo, ¿estamos seguros ahora, realmente, de que hubiéramos sido desgraciados si nos hubiéramos quedado con esa joya y que vivimos mejor sin ella?
¿Existió esa Navidad en la que, tras adquirir alguna fama y después de que nos llevaran en triunfo por haber hecho algo grande y noble, tras habernos hecho un nombre digno y honorable, cuando regresamos de nuevo al hogar fuimos recibidos en medio de un torrente de lágrimas de alegría? ¿Es posible que esa Navidad no se haya producido?
Y, en estos momentos, en el mejor de los casos, ¿ha llegado nuestra vida a ser de tal modo que, deteniéndonos en este hito del camino, que son estas grandes fiestas de la Navidad, miremos hacia atrás con tanta naturalidad y certeza, y con toda seriedad, hacia las cosas que nunca ocurrieron o a las cosas que fueron y ya se han ido como a las que fueron y existen todavía? Y si es así, y así parece serlo, ¿debemos llegar a la conclusión de que la vida apenas si es mejor que un sueño y de nada valen los amores y los esfuerzos que acumulamos en su transcurso?
¡No! ¡Apartemos lejos de nosotros esa mal llamada filosofía, querido lector, en el día de la Navidad! ¡Acerquemos a nuestro corazón el espíritu de la Navidad que es el espíritu de la utilidad activa, de la perseverancia, del alegre cumplimiento de los deberes, de la bondad y el perdón! Es en estas últimas virtudes especialmente donde las dudosas visiones de nuestra juventud nos fortalecen o deben fortalecernos, porque, ¿quién puede afirmar que no son nuestras maestras a la hora de enfrentarnos a las incontables necedades del mundo?
Por eso, cuando llegamos a cierta edad, debemos estar aún más agradecidos de que el círculo de nuestros recuerdos de Navidad y las nuevas lecciones que aporta se expanda aún más. Demos la bienvenida a cada uno de nuestros recuerdos y emplacémosles a ocupar su lugar junto a la chimenea.
¡Bienvenidas, viejas aspiraciones, brillantes hijas de una ardiente fantasía! ¡Venid y refugiaos aquí, bajo el acebo navideño! Ya os conocemos y aún no os hemos olvidado. ¡Bienvenidos viejos proyectos y viejos amores, incluso los más efímeros, venid a vuestro refugio, entre las luces que arden a nuestro alrededor! ¡Bienvenido todo lo que alguna vez fue real en nuestros corazones! ¡Y que la buena fe lo convierta en real, gracias al Cielo!
¿Por qué no construimos también castillos de Navidad en el aire? Dejemos que nuestros pensamientos, agitándose como mariposas entre estos niños preciosos, lo atestigüen. Delante de estos niños se extiende un futuro aún más brillante que lo que hemos entrevisto en nuestra mejor época romántica, pero más luminoso en honor y verdad. Alrededor de esa cabecita de rizos dorados, las gracias danzan tan bellas, tan alegres, como cuando no había tijeras en el mundo capaces de cortar los rizos de nuestro primer amor. Y en el rostro de esa otra niña, más apacible y de radiante sonrisa, un rostro pequeño, pero sereno y amable, vemos la palabra “Hogar” claramente escrita. ¡Irradiando de esta palabra, como los rayos irradian de una estrella, sentimos la certeza de que, cuando nuestras sepulturas son ya viejas, otras esperanzas son jóvenes, otros corazones distintos de los nuestros se conmueven; y cómo los caminos se allanan; y cómo florecen otras felicidades, y maduran, y se marchitan...¡No, nada de flores marchitas, pues otros hogares y otros grupos de niños, que no existen todavía y que vendrán en años venideros, surgirán, florecerán y madurarán hasta el fin del mundo!
¡Que así sea! ¡Bien está! Bien está lo que ha sido lo que nunca fue y lo que esperamos que pueda ser, y que todo ello encuentre cobijo bajo el acebo, alrededor del fuego de Navidad, donde todo tiene su sitio en el amable corazón. ¿Y si, entre sombras dudosas, vemos furtivamente en las llamas el rostro de algún enemigo? Debemos perdonarle por ser el día de Navidad. Si el daño que nos hizo le permite estar con nosotros, dejémosle acercarse y ocupar su lugar. Si desgraciadamente no es así, dejemos que se aparte, y no lo injuriemos ni lo acusemos.
¡Nada es imposible en Navidad!
__¡Un momento!__dice una voz profunda__. ¿Nada? ¡Piénselo!
__En Navidad, no se le cierra a nadie la puerta. Ni a Nada.
__¿Ni a la sombra de esa vasta Ciudad donde las hojas secas yacen en capas profundas?__pregunta la voz__: ¿Ni a la sombra que oscurece el mundo entero? ¿Ni a la sombra de la Ciudad de la Muerte?
__Ni siquiera a eso. De todos los días del año, el día de Navidad es precisamente cuando volvemos nuestro rostro hacia esa Ciudad, y desde sus silenciosas multitudes traemos hasta nosotros a aquellos a quienes amamos. Ciudad de los Muertos, en el nombre bendito de los cuales estamos aquí reunidos ahora y, en presencia de Quien está aquí, entre nosotros, de acuerdo con la promesa que hicimos, recibiremos y no olvidaremos a aquellos a quienes amamos.
Sí. Podemos adivinar a esos ángeles infantiles, leves, solemnes y maravillosos, entre los niños de verdad, junto al fuego, y nos resulta imposible concebir cómo pudieron alejarse de nosotros. Divirtiendo a los ángeles invisibles, como hacían los patriarcas, los niños que están jugando no son conscientes de estar rodeados de esos invitados; pero nosotros podemos verlos__podemos distinguir un brazo deslumbrante alrededor del cuello de algún amigo favorito, como si fuera la tentación de un amigo perdido__. Entre las figuras celestiales hay una, que fuera un pobre niño deforme en esta vida, que ahora es de una magnífica belleza, a quien su madre se refirió al morir, diciendo cuánto la apenaba dejarle en este mundo, solo, durante tantos años, pues era posible que transcurrieran muchos hasta que volvieran a reunirse, pues en aquel entonces era muy niño. Pero él se fue muy pronto; y lo colocaron sobre el seno materno, y ahora lo lleva de la mano.
Hay un muchacho joven, que cayó en tierras lejanas, sobre la arena cálida bajo un sol ardiente, diciendo: “Decidle a los míos, con todo mi amor, cuánto hubiera deseado besarlos una vez, pero que muero contento, ¡cumpliendo con mi deber!” O ese otro, sobre quien se pueden leer estas palabras: “Por eso, confiamos este cuerpo a las aguas del mar”, y así lo entregaron a los solitarios océanos y continuaron el viaje. O aquel otro, que se tumbó a descansar bajo la fresca sombra de un bosque inmenso, y no despertó ya jamás en este mundo. ¡Qué! ¿Acaso no desean venir en estas fechas a su hogar, desde las arenas, los océanos y los bosques?
Hay también una niña adorable, casi una mujer, que nunca llegaría a serlo, que convirtió la Navidad de un hogar alegre en un día de duelo, y se alejó por un camino sin huellas hasta la Ciudad silenciosa. La recordamos agotada, susurrando débilmente algo que apenas se oye, y hundiéndose en el último sueño. ¡Oh! ¡Mirad su rostro ahora! ¡Mirad su belleza, su serenidad, su juventud inmutable, su felicidad! La hija de Jairo fue devuelta a la vida para morir otra vez, pero ella, más feliz, oyó la misma voz, que le dijo: “Levántate para siempre”.
Tuvimos un amigo, que lo fue desde nuestra edad temprana, con quien a menudo imaginamos los cambios que sobrevendrían en nuestras vidas y alegremente auguramos cómo hablaríamos, caminaríamos, pensaríamos y conversaríamos cuando llegáramos a viejos. Se le destinó una habitación en la Ciudad de la Muerte cuando estaba en la flor de la vida. ¿Debemos cerrarle la puerta de nuestro recuerdo en Navidad? ¿Su amor nos habría olvidado?
Amigo perdido, hijo perdido, padre perdido, hermana, hermano, esposo, esposa, ¡nunca os olvidaremos! Tendréis vuestro lugar abrigado en nuestros corazones navideños y en nuestro hogar de Navidad. Y en esta época de esperanzas inmortales y en el aniversario de la inmortal misericordia, ¡no le cerraremos la puerta a Nadie!
El sol invernal se pone sobre pueblos y ciudades; deja una estela rojiza sobre el mar, como si la Sagrada Huella estuviera fresca sobre el agua. Pocos momentos más y se ocultará por completo. La noche se aproxima y las luces comienzan a brillar en la lejanía. Sobre la ladera de la colina, más allá de la ciudad informe y nebulosa, y en el silencioso refugio de los árboles que cercan el campanario del pueblo, los recuerdos están grabados en piedra, y brotan en flores sencillas, que crecen entre el césped, entrelazadas con enredaderas alrededor de montículos de tierra.
En la ciudad y en el pueblo, las ventanas y las puertas protegen frente al frío, hay buenos montones de leños en la chimenea, rostros alegres, música de voces jóvenes. ¡Que todo lo indigno y falso sea apartado de los lares hogareños, pero admitamos todos los demás recuerdos con ternura y ánimo! Son testigos del tiempo y de toda su consoladora y pacífica certeza; testigos de la historia que une sobre la tierra a los vivos y a los muertos; testigos de la generosa benevolencia y bondad que muchos hombres han tratado de desgarrar en pedazos.
“What Christmas is, as we grow older” se publicó en Household Words en 1851
6 de diciembre de 2011
23 de noviembre de 2011
30 de octubre de 2011
Sé todos los cuentos
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.
León Felipe
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.
León Felipe
Halloween
En mis comienzos con internet, casi todas mis búsquedas en Google tenían el mismo objetivo: información y curiosidades sobre toda clase de animales domésticos, especialmente de los conejos holandeses enanos, que cómo sabéis es la mascota que actualmente tenemos en casa.
En una de estas búsquedas di con una curiosa historia sobre un conejito enano llamado Halloween. Hace mucho tiempo de este hallazgo y he buscado la historia cómo más o menos recuerdo lo hice entonces, pero no me ha sido posible dar con ella. Así que os la contaré yo.
Una joven pareja compró a muy buen precio una bonita casa, aunque tenía unos años, en un tranquilo barrio de su ciudad. La casa contaba con dos plantas y una buhardilla y necesitó pequeñas reformas que se realizaron viviendo la pareja ya en la casa. Terminadas las obras y con todo en orden los dos habitantes de la casa comenzaron a escuchar unos ruidos que procedían de la buhardilla. Pensaron que serían pájaros formando sus nidos...o quizás una familia de ratas. Así que se decidió de común acuerdo dedicar un fin de semana a limpiar y poner orden en el desván; lo cierto es que habían estado los dos demasiado ocupados con el resto de la casa y sus respectivos quehaceres que esta tarea se les había pasado por alto.
Comprobaron que la trampilla de acceso estaba atascada, lo que reafirmó sus sospechas sobre la existencia de pájaros o ratas. Al asomar la cabeza y echar el primer vistazo, le pareció a Marcos ver a un ratón de dimensiones enormes correr asustado a esconderse debido al ruido de la trampilla al abrirse. Con una linterna, entró en la buhardilla dirigiéndose con cuidado y recelo, al rincón donde se había escondido el gran ratón. Apartó unas viejas tablas y...el temido ratón gigante resultó ser un conejo enano más asustado que su descubridor!
Marcos y María se quedaron con la imprevista mascota que encontraron un domingo de finales de Octubre...por lo que la llamaron Halloween.
Días más tarde, les informaron los vecinos, que todos estaban enterados de la existencia del animalito en la casa...y que incluso le habían dejado comida en sus terrazas para cuando salía de su escondrijo a buscarla!
Gl
17 de octubre de 2011
10 de octubre de 2011
La ocasión
La cita era a las 16:30 h. Manuel llegaba tarde. El anuncio publicado en Segundamano era realmente atractivo: un apartamento en buena zona y con un alquiler bastante barato. Manuel pensó que serían cientos los jóvenes que buscaban algo así. La cita para verlo era en la misma puerta del apartamento, el 6º B.”Y, para colmo, el ascensor no baja. ¡Bastante me he retrasado ya con la avería del coche!” Odiaba llegar tarde a cualquier cita, pero con más razón en este caso. “¡Las cinco y veinte!, seguro que me encuentro con treinta personas que quieren ver el piso”.
El ascensor llegó al sexto y se abrió a un luminoso patio interior. Al otro lado, estaba el 6º B. Manuel vio allí reunidas a una docena de personas. Estuvo a punto de volverse atrás. “¡Vaya horas de llegar! ¡Y encima el último!” Todos parecían impacientes. Los observó sin ser visto. Trató de adivinar las parejas que formaban. Entonces, se fijó en ella: apartada, un tanto al margen de la conversación general. Pero muy atenta, como observando. Aquella chica atrajo su atención de un modo irresistible. Aquel rostro tan perfecto, su figura...Nunca había sentido una atracción tan irracional. Se dijo a sí mismo, para tranquilizarse, que sólo era curiosidad. Trató de pensar pero, cuando se dio cuenta, ya estaba ante el grupo.
La conversación cesó y todos se volvieron hacia el recién llegado. Manuel, a duras penas, articuló un saludo: “¿Todos estáis para el apartamento?” Una rubia estirada que parecía ser la que más tiempo llevaba esperando, le respondió amenazadora: “¿No serás tú, precisamente, el que viene a enseñarnos el piso, verdad?” Manuel sintió todos los ojos clavados en él y sopesó la respuesta: “Pues no, claro que no”. Intentó forzar una sonrisa. “¿Qué pasa?” “¿Es que no ha aparecido nadie?” Un coro de voces respondió de manera airada.
Al poco, el tono se calmó y la conversación general se olvidó de Manuel, que aprovechó para irse aproximando hasta situarse cerca de la atrayente desconocida. Ella le devolvió la sonrisa. “¿No estarás tú la primera, verdad?” “No, me temo que no. Yo también he llegado tarde”. Parecía apenada por la idea de perder el apartamento. Manuel deseó más que nunca devolverle la alegría. “Y puedo hacerlo”, pensó. Algo en la mirada de ella invitaba a seguir la conversación, un tanto al margen de los demás, mientras se miraban y empezaban a conocerse.
Manuel se dio cuenta al cabo de un rato de que se habían ido quedando solos a la puerta del apartamento. Uno tras otro, los demás habían renunciado a seguir esperando. Cuando al fin quedaron solos, ella y él, ambos sentían como si se conocieran desde hacía ya mucho tiempo. Entonces, Manuel creyó que había llegado el momento de hacerle una confesión. Con una sonrisa en la boca le dijo: “Hay algo que tengo que decirte: en realidad, yo me quedé por ti”. Ella le devolvió la sonrisa: “Pues hay algo que debo confesarte, yo también –dijo sacando las llaves del bolso--. Pero antes, ¿no quieres ver el apartamento?”.
P.C. Campoamor.
6 de octubre de 2011
21 de septiembre de 2011
Lilas en la noche
La puerta se abría segundos antes de que llegara a tocar el timbre. Un intenso aroma a lilas, inundaba el descansillo y Jorge entraba en la casa; en cuanto se alejaba de la puerta, ésta se cerraba dejándolo perdido en un amplio recibidor mal alumbrado por varias lamparillas. Frente a él se abría un pasillo, también en penumbra, que desembocaba en una estancia desde donde ella lo llamaba con un susurro; hablaba en voz baja, para entenderla era necesario acercarse, y su perfume de lilas, que llenaba la casa, se colaba por todos los poros de la piel de quien estuviera a su lado, atrapándolo.
Ahora el perfume se mezclaba con un murmullo y él sabía, sin llegar a escuchar su nombre, que ella lo llamaba; Jorge recorría el pasillo hasta encontrarla de pie, en el centro del salón, recortándose contra la poca luz que dejaban pasar las persianas entornadas. Le tendía una copa de cristal tallado, llena de un licor oscuro y, con un gesto de su mano, lo invitaba a beber. Jorge sentía cómo el líquido espeso y dulzón caía por su garganta, ella se giraba y la última imagen que el joven conservaba luego era la de su oscura melena cayéndole sobre la espalda.
Entonces, despertaba envuelto en sudor y con una sensación empalagosa en la boca. El sueño se repetía noche tras noche, dejando un rastro del intenso aroma a lilas flotando en el cuarto; al principio culpó a una mala cena, luego, al estrés, al calor del verano, a una película, a un libro...a cualquier cosa. Pero, al llegar la noche, su preocupación crecía, temía cerrar los ojos y regresar a aquella casa y, a la vez, deseaba hacerlo para saber quién era esa mujer que no podía olvidar.
De día se descubría persiguiendo, entre las jóvenes que se cruzaban en su camino, el perfume y la silueta del sueño. Buscó ayuda en la ciencia médica y en otro tipo de consultas menos científicas, pero ni una ni otras le dieron respuesta.
Terminó convenciéndose de que la clave estaba en su sueño, debería intervenir en él. Como aquellas veces que de niño se acostaba diciéndose que no tendría pesadillas, una noche se acostó convencido de poder hacerlo y, cuando el sueño llegó, rechazó la copa de licor. La mujer se acercó más para ofrecérsela y, antes de que pudiera ver el rostro despertó...El aroma a lilas había abandonado su dormitorio. No volvió a repetirse el sueño, ni a oler el perfume hasta días después.
Un camión de mudanzas ocupaba su calle y muebles y cajas dificultaban el paso. El portero explicaba a un vecino que, por fin, se vendía el primero A: el tiempo había borrado el recuerdo de la desgracia ocurrida a su propietaria y, ahora, sus herederos de deshacían de aquella carga.
Jorge no atendió los cotilleos pero, al pasar junto a la puerta abierta del piso en cuestión, se arrepintió de no haberlo hecho. De la oscuridad del pasillo, por encima del olor a cerrado, un intenso aroma a lilas se escapaba llegando hasta él.
R. País.
15 de septiembre de 2011
13 de septiembre de 2011
Tú serás mi relevo
La actividad laboral en el inmenso edificio que dominaba el corazón de los negocios en la gran capital, comenzaba a cesar. El fin de semana estaba encima y todo el mundo deseaba escaparse de la dura realidad durante un par de días, y Luis de Losada no era una excepción. Deseaba que el reloj marcase las tres de la tarde para salir raudo del “monstruo de hormigón”, como él definía al lugar donde trabajaba.
Sin embargo, a estas horas quedaban ya pocas personas. Y entre ellos se encontraba el propio Luis que, justo cuando se preparaba para salir, recordó que tenía que terminar de repasar un par de temas, pues el lunes debían de estar perfectamente listos en el despacho de su jefe.
El trabajo extra duró más de lo que en un principio calculó, así que cuando se disponía a coger el ascensor, a eso de las siete de la tarde, tan solo pudo ver en su planta al servicio de limpieza.
Luis de Losada cogió el ascensor, absorto en sus pensamientos y comenzó a descender los diecisiete pisos que le separaban de la salida. Cuando estaba a punto de llegar al bajo, las luces del ascensor se apagaron y repentinamente el ascensor se paró: __¡Vaya! Lo que me faltaba. ¡Quedarme encerrado en el ascensor!, comentó en voz alta, mientras pulsaba una y otra vez el botón de arranque.
Tras un par de minutos sumido en la oscuridad, el ascensor siguió su marcha. Luis de Losada se aproximó a la puerta, pero el ascensor no paró en el bajo:__Bueno, alguien lo habrá pulsado desde el garaje. El ascensor siguió bajando, primero el “menos uno”, luego el “menos dos” y tampoco paró: Pero ¡si no hay más de dos plantas de garaje! Justo en el momento que pensaba estas palabras, sintió que el ascensor descendía vertiginosamente. Percibió que el corazón se le salía por la boca, producto de la brusca bajada e instantáneamente notó que perdía el conocimiento.
Cuando se despertó, la puerta del ascensor estaba abierta. Palpó los botones del ascensor y se cercioró de que efectivamente estaba más debajo de lo que los botones indicaban:__¡Dios, qué mareo! ¿Dónde estoy? Con gran preocupación se asomó a la puerta del elevador. Miró hacia un lado y otro, para encontrarse con una pared a su derecha. Sólo había un estrecho pasillo mal iluminado que parecía no tener fin. Pulsó varios botones para intentar ascender, pero ninguno respondía a sus órdenes:__Es muy extraño todo esto. No sé como he llegado hasta aquí, pero lo peor es que no sé como voy a salir, se decía para sí mientras encendía un cigarrillo.
Por fin tomó una dirección, que parecía ser la única, y avanzó por el pasillo con mucha cautela. Un poco más adelante, el pasillo aún se estrechó más y tuvo que ayudarse con el mechero, pues la oscuridad era casi total. Al cabo de unos minutos, le pareció distinguir una luz. En efecto, a medida que se acercaba al fin del pasillo la luz se hacía más fuerte. Con extrema prudencia, Luis llegó al final y se encontró con que la luz que le servía de referencia no era sino el reflejo provocado por algo que ardía dentro de una enorme caldera. Junto a ésta, la espalda encorvada de un corpulento individuo, que se afanaba en lanzar paletadas de carbón sobre las fauces de la caldera. De repente, el individuo cesó su trabajo y, sin volver la espalda, habló a Luis de Losada:__Después de tantos años, has llegado. Luis se quedó asombrado ante tales palabras:__¿Quién es usted? El hombre no parecía prestar atención a sus requerimientos:__Pensé que nadie bajaría nunca.
Luis empezó a sudar. Sin tiempo para reaccionar, el hombre se abalanzó sobre su persona y agarrándole por la pechera, le condujo a la boca de la caldera. El calor era insoportable, y Luis pensó que así debía ser el infierno.
El individuo cogió una cadena sujeta al muro y encadenó la pierna de Luis de Losada mientras le decía con satisfacción:__Cuanto antes aprendas, mejor. Hay que echar el carbón el oleadas.
Cada cinco o seis paladas, esperas unos minutos. La vieja fábrica siempre tiene que estar funcionando...
Luis palideció. No comprendía nada. Quería respuestas. Tras varios intentos de conversación, por fin comprendió:__¿Marcharte, dices? No puedo dejarte marchar. Eres mi sustituto. Por fin descansaré. Y ahora ¡trabaja!.
Luis de Losada se sentía impotente, como Hansel y Gretel atrapados por la bruja. No supo las horas que pasó en la caldera, pero fueron las suficientes como para trazar mil planes para huir. Tenía que actuar. Y actuó.
Fue justo cuando el individuo acercó un saco de carbón. Luis de Losada levantó sobre su cabeza la pala de cargar y la estrelló sobre la espalda del hombre. Aprovechando su semiinconsciencia, cogió las llaves del bolsillo, se quitó el grillete y corrió como alma que lleva el diablo.
El retorno por el estrecho pasillo fue uno de los momentos más angustiosos de su vida. Por detrás oía los gritos de furia del hombre, que ya había iniciado su persecución...
La ventaja se estrechaba por momentos, algo que Luis de Losada no entendía pues corría con todas sus fuerzas y era mucho más joven que el hombre. Por fin divisó el final del pasillo. En un lado, el ascensor seguía con la puerta abierta. Luis se metió en el elevador rogando a Dios para que funcionase. Y funcionó. En el momento que se cerraban las puertas, escuchó los jadeos del hombre y los golpes con sus puños:__¡No puedes escaparte, eres mi sustituto! (...)
Cuando Luis llegó a la planta baja, no recordaba nada, tan sólo una extraña sensación de vacío en su interior. Posiblemente, Luis nunca recuerde qué ocurrió. Pero alguien sigue esperando más abajo del sótano a que otra persona le sustituya.
M. SQUARE.
El trabajo extra duró más de lo que en un principio calculó, así que cuando se disponía a coger el ascensor, a eso de las siete de la tarde, tan solo pudo ver en su planta al servicio de limpieza.
Luis de Losada cogió el ascensor, absorto en sus pensamientos y comenzó a descender los diecisiete pisos que le separaban de la salida. Cuando estaba a punto de llegar al bajo, las luces del ascensor se apagaron y repentinamente el ascensor se paró: __¡Vaya! Lo que me faltaba. ¡Quedarme encerrado en el ascensor!, comentó en voz alta, mientras pulsaba una y otra vez el botón de arranque.
Tras un par de minutos sumido en la oscuridad, el ascensor siguió su marcha. Luis de Losada se aproximó a la puerta, pero el ascensor no paró en el bajo:__Bueno, alguien lo habrá pulsado desde el garaje. El ascensor siguió bajando, primero el “menos uno”, luego el “menos dos” y tampoco paró: Pero ¡si no hay más de dos plantas de garaje! Justo en el momento que pensaba estas palabras, sintió que el ascensor descendía vertiginosamente. Percibió que el corazón se le salía por la boca, producto de la brusca bajada e instantáneamente notó que perdía el conocimiento.
Cuando se despertó, la puerta del ascensor estaba abierta. Palpó los botones del ascensor y se cercioró de que efectivamente estaba más debajo de lo que los botones indicaban:__¡Dios, qué mareo! ¿Dónde estoy? Con gran preocupación se asomó a la puerta del elevador. Miró hacia un lado y otro, para encontrarse con una pared a su derecha. Sólo había un estrecho pasillo mal iluminado que parecía no tener fin. Pulsó varios botones para intentar ascender, pero ninguno respondía a sus órdenes:__Es muy extraño todo esto. No sé como he llegado hasta aquí, pero lo peor es que no sé como voy a salir, se decía para sí mientras encendía un cigarrillo.
Por fin tomó una dirección, que parecía ser la única, y avanzó por el pasillo con mucha cautela. Un poco más adelante, el pasillo aún se estrechó más y tuvo que ayudarse con el mechero, pues la oscuridad era casi total. Al cabo de unos minutos, le pareció distinguir una luz. En efecto, a medida que se acercaba al fin del pasillo la luz se hacía más fuerte. Con extrema prudencia, Luis llegó al final y se encontró con que la luz que le servía de referencia no era sino el reflejo provocado por algo que ardía dentro de una enorme caldera. Junto a ésta, la espalda encorvada de un corpulento individuo, que se afanaba en lanzar paletadas de carbón sobre las fauces de la caldera. De repente, el individuo cesó su trabajo y, sin volver la espalda, habló a Luis de Losada:__Después de tantos años, has llegado. Luis se quedó asombrado ante tales palabras:__¿Quién es usted? El hombre no parecía prestar atención a sus requerimientos:__Pensé que nadie bajaría nunca.
Luis empezó a sudar. Sin tiempo para reaccionar, el hombre se abalanzó sobre su persona y agarrándole por la pechera, le condujo a la boca de la caldera. El calor era insoportable, y Luis pensó que así debía ser el infierno.
El individuo cogió una cadena sujeta al muro y encadenó la pierna de Luis de Losada mientras le decía con satisfacción:__Cuanto antes aprendas, mejor. Hay que echar el carbón el oleadas.
Cada cinco o seis paladas, esperas unos minutos. La vieja fábrica siempre tiene que estar funcionando...
Luis palideció. No comprendía nada. Quería respuestas. Tras varios intentos de conversación, por fin comprendió:__¿Marcharte, dices? No puedo dejarte marchar. Eres mi sustituto. Por fin descansaré. Y ahora ¡trabaja!.
Luis de Losada se sentía impotente, como Hansel y Gretel atrapados por la bruja. No supo las horas que pasó en la caldera, pero fueron las suficientes como para trazar mil planes para huir. Tenía que actuar. Y actuó.
Fue justo cuando el individuo acercó un saco de carbón. Luis de Losada levantó sobre su cabeza la pala de cargar y la estrelló sobre la espalda del hombre. Aprovechando su semiinconsciencia, cogió las llaves del bolsillo, se quitó el grillete y corrió como alma que lleva el diablo.
El retorno por el estrecho pasillo fue uno de los momentos más angustiosos de su vida. Por detrás oía los gritos de furia del hombre, que ya había iniciado su persecución...
La ventaja se estrechaba por momentos, algo que Luis de Losada no entendía pues corría con todas sus fuerzas y era mucho más joven que el hombre. Por fin divisó el final del pasillo. En un lado, el ascensor seguía con la puerta abierta. Luis se metió en el elevador rogando a Dios para que funcionase. Y funcionó. En el momento que se cerraban las puertas, escuchó los jadeos del hombre y los golpes con sus puños:__¡No puedes escaparte, eres mi sustituto! (...)
Cuando Luis llegó a la planta baja, no recordaba nada, tan sólo una extraña sensación de vacío en su interior. Posiblemente, Luis nunca recuerde qué ocurrió. Pero alguien sigue esperando más abajo del sótano a que otra persona le sustituya.
M. SQUARE.
1 de septiembre de 2011
If...
Si puedes mantener en su lugar tu cabeza cuando todos a tu alrededor,
han perdido la suya y te culpan de ello.
Si crees en ti mismo cuando todo el mundo duda de ti,
pero también dejas lugar a sus dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no te domina el odio,
y aún así no pareces demasiado bueno o demasiado sabio.
Si puedes soñar y no hacer de los sueños tu amo;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo.
Si puedes conocer el triunfo y la derrota,
y tratar de la misma manera a esos dos impostores.
Si puedes soportar oír toda la verdad que has dicho,
tergiversada por malhechores para engañar a los necios.
O ver cómo se rompe todo lo que has creado en tu vida,
y agacharte para reconstruirlo con herramientas maltrechas.
Si puedes amontonar todo lo que has ganado
y arriesgarlo todo a un sólo lanzamiento;
y perderlo, y empezar de nuevo desde el principio
y no decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón y tus nervios y tus tendones,
para seguir adelante mucho después de haber perdido,
y resistir cuando no haya nada en ti
salvo la voluntad que te dice: "Resiste!"
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, y no perder el distanciar de los demás.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes llenar ese minuto,
con sesenta segundos que mereció la pena recorrer...
Todo lo que hay sobre La Tierra será tuyo,
y lo que es más: serás un hombre, hijo mío.
Rudyard Kipling
han perdido la suya y te culpan de ello.
Si crees en ti mismo cuando todo el mundo duda de ti,
pero también dejas lugar a sus dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no te domina el odio,
y aún así no pareces demasiado bueno o demasiado sabio.
Si puedes soñar y no hacer de los sueños tu amo;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo.
Si puedes conocer el triunfo y la derrota,
y tratar de la misma manera a esos dos impostores.
Si puedes soportar oír toda la verdad que has dicho,
tergiversada por malhechores para engañar a los necios.
O ver cómo se rompe todo lo que has creado en tu vida,
y agacharte para reconstruirlo con herramientas maltrechas.
Si puedes amontonar todo lo que has ganado
y arriesgarlo todo a un sólo lanzamiento;
y perderlo, y empezar de nuevo desde el principio
y no decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón y tus nervios y tus tendones,
para seguir adelante mucho después de haber perdido,
y resistir cuando no haya nada en ti
salvo la voluntad que te dice: "Resiste!"
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, y no perder el distanciar de los demás.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes llenar ese minuto,
con sesenta segundos que mereció la pena recorrer...
Todo lo que hay sobre La Tierra será tuyo,
y lo que es más: serás un hombre, hijo mío.
Rudyard Kipling
30 de agosto de 2011
29 de agosto de 2011
28 de agosto de 2011
20 de agosto de 2011
13 de agosto de 2011
28 de julio de 2011
23 de julio de 2011
Vivir feliz
Vivir Feliz
* Observa el amanecer por lo menos una vez al año.
* Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos.
* Ten un buen equipo de música.
* Elige a un socio de la misma manera que elegirías a un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde tú eres débil y viceversa.
* Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra.
* Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.
* Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.
* Maneja autos que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa.
* Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión.
* No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Ya lo sabe.
* Recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche (dile al débil que es fuerte y lo verás cobrar fuerza).
* Anímate a presentarte ante alguien que te cae bien simplemente con una sonrisa y diciendo: Mi nombre es fulano de tal… todavía no nos han presentado.
* Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir.
* Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado.
* Haz lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
* Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo.
* Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas. Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades.
* Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, sin peligro.
* No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios.
* Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir).
* Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.
* Confía en Dios, pero cierra tu auto con llave.
* Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también 'el gran riesgo'.
* Nunca confundas riqueza con éxito.
* No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos.
* No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices.
* Aunque tengas una posición holgada, haz que tus hijos paguen parte de sus estudios.
* Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus clientes.
* No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
* No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.
* Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de él.
* No confundas confort con felicidad.
* Escucha el doble de lo que hablas (por eso Dios nos dio dos oídos y una sola boca).
* Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a amigos.
* Aprende a distinguir quiénes son tus amigos y quiénes son tus enemigos.
* Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.
* Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.
* Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles.
"La gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo; simplemente disfruta al máximo de todo lo que Dios pone en su camino"
* Observa el amanecer por lo menos una vez al año.
* Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos.
* Ten un buen equipo de música.
* Elige a un socio de la misma manera que elegirías a un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde tú eres débil y viceversa.
* Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra.
* Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.
* Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.
* Maneja autos que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa.
* Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión.
* No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Ya lo sabe.
* Recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche (dile al débil que es fuerte y lo verás cobrar fuerza).
* Anímate a presentarte ante alguien que te cae bien simplemente con una sonrisa y diciendo: Mi nombre es fulano de tal… todavía no nos han presentado.
* Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir.
* Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado.
* Haz lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
* Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo.
* Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas. Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades.
* Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, sin peligro.
* No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios.
* Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir).
* Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.
* Confía en Dios, pero cierra tu auto con llave.
* Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también 'el gran riesgo'.
* Nunca confundas riqueza con éxito.
* No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos.
* No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices.
* Aunque tengas una posición holgada, haz que tus hijos paguen parte de sus estudios.
* Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus clientes.
* No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
* No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.
* Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de él.
* No confundas confort con felicidad.
* Escucha el doble de lo que hablas (por eso Dios nos dio dos oídos y una sola boca).
* Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a amigos.
* Aprende a distinguir quiénes son tus amigos y quiénes son tus enemigos.
* Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.
* Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.
* Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles.
"La gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo; simplemente disfruta al máximo de todo lo que Dios pone en su camino"
La importancia de saber inglés
En cierta ocasión, una familia española pasaba unas vacaciones en Escocia, a razón de una herencia inesperada y el poder de la fortuna. Durante uno de sus paseos campestres observaron una casita de campo que les pareció de lo más adecuado para disfrutar, junto con sus hijitos, del próximo veraneo.
Indagaron sobre el propietario de la misma y resultó ser el Pastor de la Iglesia Anglicana. Éste, haciendo uso de una correcta amabilidad, se la mostró por dentro y por fuera. Tanto por la comodidad, la ubicación y el precio del arrendamiento, resultó ser del consenso de toda la familia. Así fue como quedaron de acuerdo para ocuparla al año siguiente.
Ya de regreso a España, la esposa recordó no haber visto el WC, y dado el pragmatismo de la señora de reciente clase media alta (Antiguamente, burguesa), decidió escribir al Pastor interesándose por el emplazamiento de tan indispensable servicio, lo cual hizo en los términos siguientes:
- Estimado Pastor, soy madre y señora de la familia española que hace pocos días visitó su propiedad con la intención de alquilarla para nuestras próximas vacaciones estivales; al parecer, con las diligencias previas, olvidamos preguntarle por un pequeño detalle. Si fuera usted tan amable de indicarnos dónde encontrar el WC, le quedaría eternamente agradecida.
El Pastor, al recibir la carta, confundió las abreviaturas y creyó que se trataba de la Capilla de la región, llamada WELIN CHAPEL, y contesto de esta guisa:
- Tengo el placer de informarle que el lugar que usted alude se halla a 12 kilómetros de la casa, lo cual es muy molesto especialmente si se tiene la costumbre de ir con frecuencia. Algunas personas se llevan la comida y permanecen allí todo el día. Unos van a pie y otros en sus propios vehículos, siempre esperanzados en llegar justo en el momento oportuno.
Hay lugar para unas 400 personas sentadas y otras 100 en pie.
Se recomienda ir temprano para coger sitio, pues llegar tarde implica soportar todo el acto en pie.
Es un acto muy bonito, habitual entre los vecinos de la comarca.
Los niños pequeños se sientan juntos y cantan a coro. A la entrada se proporciona un papel a cada uno de ellos y los adultos que no llegaron a la hora del reparto, pueden utilizar el del compañero de asiento, aunque a la salida deban devolverlo para continuar usándolos durante la temporada completa.
Todo lo que queda depositado por los que allí acuden se destina al Orfanato de la comarca para dar de comer a los pobres huérfanos.
Afectuosamente suyo, John Smith Junior.
Indagaron sobre el propietario de la misma y resultó ser el Pastor de la Iglesia Anglicana. Éste, haciendo uso de una correcta amabilidad, se la mostró por dentro y por fuera. Tanto por la comodidad, la ubicación y el precio del arrendamiento, resultó ser del consenso de toda la familia. Así fue como quedaron de acuerdo para ocuparla al año siguiente.
Ya de regreso a España, la esposa recordó no haber visto el WC, y dado el pragmatismo de la señora de reciente clase media alta (Antiguamente, burguesa), decidió escribir al Pastor interesándose por el emplazamiento de tan indispensable servicio, lo cual hizo en los términos siguientes:
- Estimado Pastor, soy madre y señora de la familia española que hace pocos días visitó su propiedad con la intención de alquilarla para nuestras próximas vacaciones estivales; al parecer, con las diligencias previas, olvidamos preguntarle por un pequeño detalle. Si fuera usted tan amable de indicarnos dónde encontrar el WC, le quedaría eternamente agradecida.
El Pastor, al recibir la carta, confundió las abreviaturas y creyó que se trataba de la Capilla de la región, llamada WELIN CHAPEL, y contesto de esta guisa:
- Tengo el placer de informarle que el lugar que usted alude se halla a 12 kilómetros de la casa, lo cual es muy molesto especialmente si se tiene la costumbre de ir con frecuencia. Algunas personas se llevan la comida y permanecen allí todo el día. Unos van a pie y otros en sus propios vehículos, siempre esperanzados en llegar justo en el momento oportuno.
Hay lugar para unas 400 personas sentadas y otras 100 en pie.
Se recomienda ir temprano para coger sitio, pues llegar tarde implica soportar todo el acto en pie.
Es un acto muy bonito, habitual entre los vecinos de la comarca.
Los niños pequeños se sientan juntos y cantan a coro. A la entrada se proporciona un papel a cada uno de ellos y los adultos que no llegaron a la hora del reparto, pueden utilizar el del compañero de asiento, aunque a la salida deban devolverlo para continuar usándolos durante la temporada completa.
Todo lo que queda depositado por los que allí acuden se destina al Orfanato de la comarca para dar de comer a los pobres huérfanos.
Afectuosamente suyo, John Smith Junior.
18 de julio de 2011
Mejorando el sermón
El nuevo padre de la parroquia estaba tan nervioso en su primer sermón que casi no consiguió hablar. Para remediar eso, el domingo siguiente, antes de su segundo sermón preguntó al Arzobispo como podría hacer para relajarse. Este le sugirió lo siguiente:
- La próxima vez coloque unas gotitas de VODKA en el agua y va a ver que después de algunos tragos va a estar más relajado.
El Domingo siguiente el Padre aplicó la sugerencia y en efecto se sintió tan bien que podría hablar hasta en medio de una tempestad totalmente relajado. Después del sermón regresó a la sacristía y encontró una nota del Arzobispo que decía lo siguiente:
Apreciado Padre:
La próxima vez coloque unas gotas de Vodka en el agua y no unas gotas de agua en el Vodka.
Le anexo algunas observaciones para que no se repita lo que vi en el sermón de hoy :
1) No hay necesidad de ponerle una rodaja de limón en el borde del Cáliz
2) Aquella caseta al lado del altar es el confesionario y no el baño.
3) Evite apoyarse en la imagen de la Virgen y mucho menos abrazarla y besarla.
4) Existen 10 mandamientos y no 12
5) Los apóstoles eran 12 y no 7, y ninguno era enanito.
6) No nos referimos a nuestro señor Jesucristo y sus apóstoles como J.C. & Cía.
7) No nos referimos a Judas como "puto cabrón de los cojones".
No debe tratar al Papa por El Padrino.
9) Bin Laden no tuvo nada que ver con la muerte de Jesús.
10) El agua bendita es para bendecir y no para refrescarse la nuca.
11) Nunca rece la misa sentado en la escalera del altar y mucho menos con el pie montado sobre la Biblia.
12) Las ostias son para distribuirlas en el pueblo. No deben ser usadas como canapés para acompañar el vino.
13) Los pecadores van para el infierno y no "a tomar pol culo".
14) En el ofertorio los fieles entregan el diezmo voluntario; quite el letrero que dice " su propina es mi sueldo".
15) El padre nuestro se debe rezar alzando las manos al cielo y no haciendo la ola.
16) La iniciativa de llamar al público para bailar fue buena pero hacer el trencito por toda la iglesia NO!!!
17) IMPORTANTE!!: Aquel tipo sentado en el rincón del altar al cual Ud se refirió como bujarra trasvesti con faldita era YO!!!
Espero que esos fallos sean corregidas en el próximo Domingo.
Atentamente,
El Arzobispo
- La próxima vez coloque unas gotitas de VODKA en el agua y va a ver que después de algunos tragos va a estar más relajado.
El Domingo siguiente el Padre aplicó la sugerencia y en efecto se sintió tan bien que podría hablar hasta en medio de una tempestad totalmente relajado. Después del sermón regresó a la sacristía y encontró una nota del Arzobispo que decía lo siguiente:
Apreciado Padre:
La próxima vez coloque unas gotas de Vodka en el agua y no unas gotas de agua en el Vodka.
Le anexo algunas observaciones para que no se repita lo que vi en el sermón de hoy :
1) No hay necesidad de ponerle una rodaja de limón en el borde del Cáliz
2) Aquella caseta al lado del altar es el confesionario y no el baño.
3) Evite apoyarse en la imagen de la Virgen y mucho menos abrazarla y besarla.
4) Existen 10 mandamientos y no 12
5) Los apóstoles eran 12 y no 7, y ninguno era enanito.
6) No nos referimos a nuestro señor Jesucristo y sus apóstoles como J.C. & Cía.
7) No nos referimos a Judas como "puto cabrón de los cojones".
No debe tratar al Papa por El Padrino.
9) Bin Laden no tuvo nada que ver con la muerte de Jesús.
10) El agua bendita es para bendecir y no para refrescarse la nuca.
11) Nunca rece la misa sentado en la escalera del altar y mucho menos con el pie montado sobre la Biblia.
12) Las ostias son para distribuirlas en el pueblo. No deben ser usadas como canapés para acompañar el vino.
13) Los pecadores van para el infierno y no "a tomar pol culo".
14) En el ofertorio los fieles entregan el diezmo voluntario; quite el letrero que dice " su propina es mi sueldo".
15) El padre nuestro se debe rezar alzando las manos al cielo y no haciendo la ola.
16) La iniciativa de llamar al público para bailar fue buena pero hacer el trencito por toda la iglesia NO!!!
17) IMPORTANTE!!: Aquel tipo sentado en el rincón del altar al cual Ud se refirió como bujarra trasvesti con faldita era YO!!!
Espero que esos fallos sean corregidas en el próximo Domingo.
Atentamente,
El Arzobispo
13 de julio de 2011
9 de julio de 2011
8 de julio de 2011
Reflexión a tener en cuenta...
Una vez acabado el año fiscal, la Agencia Tributaria envió un inspector de Hacienda para auditar los libros de una sinagoga.
Mientras los iba comprobando, se giró hacia el rabino y le dijo:
-Observo que compraron un montón de cirios- ¿Qué es lo que hacen con los restos de cera que gotean?
-Buena pregunta -dijo el rabino-
Las vamos guardando y las devolvemos al fabricante, y de vez en cuando ellos nos envían gratis una caja de cirios.
-¡Oh!, respondió el inspector, algo decepcionado con que su insólita pregunta hubiese tenido una respuesta tan buena, pero continuó con sus odiosas maneras-
¿Qué me puede decir sobre sus compras de galletas? ¿Qué hacen con las migajas?
-¡Ah, sí! -respondió el rabino, dándose cuenta de que el inspector estaba intentando ponerle en un aprieto con su absurda pregunta; las recogemos y las devolvemos a los fabricantes y de vez en cuando, nos envían gratis una caja de benditas galletas.
-Ya veo- respondió el inspector, estrujándose el coco para ver como podía sacar de quicio al sabelotodo del rabino-.
¡Bien rabino! y entonces, ¿qué es lo que hacen con los prepucios que van quedando de las circuncisiones que llevan a cabo?
-Pues aquí tampoco desperdiciamos nada -respondió el rabino-.
Lo que hacemos es irlos guardando y enviarlos a la Agencia Tributaria y de vez en cuando, una vez al año más o menos, ellos nos envían un capullo completo.
El mayor placer de una persona inteligente es aparentar ser idiota delante de un idiota que aparenta ser inteligente.
Mientras los iba comprobando, se giró hacia el rabino y le dijo:
-Observo que compraron un montón de cirios- ¿Qué es lo que hacen con los restos de cera que gotean?
-Buena pregunta -dijo el rabino-
Las vamos guardando y las devolvemos al fabricante, y de vez en cuando ellos nos envían gratis una caja de cirios.
-¡Oh!, respondió el inspector, algo decepcionado con que su insólita pregunta hubiese tenido una respuesta tan buena, pero continuó con sus odiosas maneras-
¿Qué me puede decir sobre sus compras de galletas? ¿Qué hacen con las migajas?
-¡Ah, sí! -respondió el rabino, dándose cuenta de que el inspector estaba intentando ponerle en un aprieto con su absurda pregunta; las recogemos y las devolvemos a los fabricantes y de vez en cuando, nos envían gratis una caja de benditas galletas.
-Ya veo- respondió el inspector, estrujándose el coco para ver como podía sacar de quicio al sabelotodo del rabino-.
¡Bien rabino! y entonces, ¿qué es lo que hacen con los prepucios que van quedando de las circuncisiones que llevan a cabo?
-Pues aquí tampoco desperdiciamos nada -respondió el rabino-.
Lo que hacemos es irlos guardando y enviarlos a la Agencia Tributaria y de vez en cuando, una vez al año más o menos, ellos nos envían un capullo completo.
El mayor placer de una persona inteligente es aparentar ser idiota delante de un idiota que aparenta ser inteligente.
7 de julio de 2011
Dame, Señor...
Dame, Señor,
agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y abundancia para hablar.
Dame, Señor,
acierto al empezar,
dirección al progresar
y perfección al concluir.
(Santo Tomás de Aquino)
agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y abundancia para hablar.
Dame, Señor,
acierto al empezar,
dirección al progresar
y perfección al concluir.
(Santo Tomás de Aquino)
Señor...
Señor ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes.
Y a no decir mentira para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna no permitas que pierda la felicidad.
Si me das fuerza no permitas que pierda la razón.
Si me das éxito, no permitas que pierda la humildad.
Si me das humildad, no permitas que pierda la dignidad.
No me dejes inculpar de traición a
los demás por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mi mismo
y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo.
Ni en la desesperación si fracaso.
Mas bien recuérdame que el fracaso
es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte.
Y que la venganza es la señal primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza.
Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para triunfar.
Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente faltara conmigo, dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de TI, Tu no te olvides de mí.
Y a no decir mentira para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna no permitas que pierda la felicidad.
Si me das fuerza no permitas que pierda la razón.
Si me das éxito, no permitas que pierda la humildad.
Si me das humildad, no permitas que pierda la dignidad.
No me dejes inculpar de traición a
los demás por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mi mismo
y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo.
Ni en la desesperación si fracaso.
Mas bien recuérdame que el fracaso
es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte.
Y que la venganza es la señal primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza.
Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para triunfar.
Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente faltara conmigo, dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de TI, Tu no te olvides de mí.
1 de julio de 2011
30 de junio de 2011
Dame fuerzas
Dame, Señor, fuerzas
para llevar ligero
mis alegrías y mis penas.
Dame fuerzas
para que mi amor
dé frutos útiles.
Dame fuerzas para no
renegar nunca del pobre
ni doblar mi rodilla
al poder insolente.
Dame fuerzas para levantar
mi pensamiento sobre
la pequeñez cotidiana.
Dame fuerzas, en fin,
para rendir mi fuerza,
enamorado, a tu voluntad.
(R. Tagore)
para llevar ligero
mis alegrías y mis penas.
Dame fuerzas
para que mi amor
dé frutos útiles.
Dame fuerzas para no
renegar nunca del pobre
ni doblar mi rodilla
al poder insolente.
Dame fuerzas para levantar
mi pensamiento sobre
la pequeñez cotidiana.
Dame fuerzas, en fin,
para rendir mi fuerza,
enamorado, a tu voluntad.
(R. Tagore)
Callar
CALLAR de sí mismo es Humildad.
CALLAR los defectos ajenos es Caridad.
CALLAR palabras inútiles es Penitencia.
CALLAR a tiempo y lugar es Prudencia.
CALLAR en el dolor es Heroísmo.
CALLAR los defectos ajenos es Caridad.
CALLAR palabras inútiles es Penitencia.
CALLAR a tiempo y lugar es Prudencia.
CALLAR en el dolor es Heroísmo.
18 de junio de 2011
Richie Sambora - All That Really Matters
Cuando te miro
Me doy cuenta
De que llega un momento en la vida de un hombre
En que se encuentran las cosas que realmente importan
Y cada vez que nos tocamos
El amor fluye en nuestro interior
Nos damos cuenta de que es nuestro
Y eso es lo que verdaderamente importa
Siempre serás mi dulce adicción
En esta vida, mi salvadora
Eres todo lo que de verdad importa
Sabes que es cierto
Que no soy nada, sin ti
Cuando estás en la oscuridad
No te entristezcas
Yo soy la chispa que te ilumina
Estaré a tu lado
Y eso es lo que verdaderamente importa
Siempre serás mi dulce adicción
En esta vida, mi salvadora
Eres todo lo que de verdad importa
sabes que es cierto
Que no soy nada, sin ti
Compartiremos nuestras vidas juntos
Sí, nuestra llama arderá para siempre
Y cuando caiga el telón
Podremos decir que lo tuvimos todo
Siempre serás mi dulce adicción
En esta vida, mi salvadora
Eres todo lo que de verdad importa
Sabes que es cierto
Que no soy nada, sin ti
Y cuando nos convirtamos en polvo
Y echemos a volar
Aún habrá una luz, ardiendo, brillando
Y eso es lo que verdaderamente importa
17 de junio de 2011
Premio Sunshine Award
Mi amiga MEN, (A MI MANERA), ha querido compartirlo con vari@s compañer@s...y he sido un@ de ell@s. Muchas gracias, MEN!
La cajita de música
El ensordecedor ruido de la persiana anuncia que es la hora que la tienda de antigüedades abre sus puertas al público. El dueño, tan viejo como su mercancía, se abre paso entre cantidad de cachivaches antiguos: baúles, máquinas de coser, vajillas de porcelana, muñecas, marionetas, fotografías...Cada uno de esos objetos guarda el alma de sus antiguos propietarios, todos esperan ser rescatados del más absoluto de los olvidos, apilados unos contra otros, como si de un campo de exterminio se tratara.
La cajita de música sigue siendo una diva a pesar de su venida a menos. Su propietaria durante muchos años, perteneciente a una familia de rancio abolengo, alimentó su vanidad, la acostumbro a que la admiraran por su fina marquetería que la adornaba y por los dulces sonidos que de ella emanaban. El personal de servicio la zarandeaba un tanto bruscamente para limpiarla pero en realidad nunca nadie la trato con cariño. Cuando su dueña falleció, fue considerada sólo como una parte más del mobiliario, ninguno de sus herederos le dio el más mínimo valor, ni consideraron que era necesaria ya su presencia en esa casa. La cajita se sintió despreciada, pero su orgullo la llevaba a observar con frialdad cada día a la gente que entraba y salía de la tienda, segura de saber reconocer quien sería digno de llevarla a su casa.
De pronto observó con horror las manos que la recogían cuidadosamente del estante… “es imposible que El se quede conmigo”- pensó. No tiene pinta de tener un palacete ni nada por el estilo, se dará cuenta en seguida que no esta a mi altura y me volverá a dejar en la repisa. Cuando quiso darse cuenta el dueño de la tienda la envolvió cuidadosamente y se la entregó a quien a partir de ahora para su horror, seria su nuevo propietario. Vivió con angustia el viaje hacia su nueva casa, los prejuicios que el alma de su anterior dueña le había inculcado la atenazaban.
Cuando por fin llegaron a su nuevo hogar, las sensaciones que tuvo a partir de ese momento la fueron transformando día a día. Nunca nadie la cogió con tanta delicadeza como aquellas rudas manos. El mismo la restauró con esmero, arregló su maquinaria para que su dulce melodía volviera a sonar en la más perfecta armonía. Sus manos eran cálidas, su casa era un hogar auténtico para ella. La bajó de aquel pedestal que había sido su anterior vida; su sitio ya no era un escaparate de cara a la galería, a partir de ese momento lució como nunca desde la sencillez de su dueño, quien le ofreció una visión diferente de la vida. Por primera vez no se sintió como una cajita de música sin vida.
Taber.
16 de junio de 2011
13 de junio de 2011
Señor Dios, soy Anna
__¿Tú crees en Dios?
__Sí.
__¿Y sabes lo que es Dios?
__Sí.
__Bueno, ¿qué es Dios?
__¡Es Dios!
__¿Vas a la iglesia?
__No.
__¿Por qué no?
__¡Porque ya sé todo lo que hay que saber!
__¿Qué es lo que sabes?
__Sé amar al Señor Dios y amar a la gente y a los gatos y a los perros y a las arañas y a las flores y a los árboles__y la enumeración seguía y seguía__con todo mi corazón.
Señor Dios, soy Anna.
Fynn.
__Sí.
__¿Y sabes lo que es Dios?
__Sí.
__Bueno, ¿qué es Dios?
__¡Es Dios!
__¿Vas a la iglesia?
__No.
__¿Por qué no?
__¡Porque ya sé todo lo que hay que saber!
__¿Qué es lo que sabes?
__Sé amar al Señor Dios y amar a la gente y a los gatos y a los perros y a las arañas y a las flores y a los árboles__y la enumeración seguía y seguía__con todo mi corazón.
Señor Dios, soy Anna.
Fynn.
Un gran hombre
Un día, mi hermana lloraba en su habitación. Con mucha nostalgia, observé que mi padre se le acercó y le preguntó el motivo de su tristeza. Los escuché hablando por horas, pero hubo una frase tan especial que dijo mi padre esa tarde, que hasta el día de hoy, 8 años más tarde, la recuerdo cada mañana y me llena de fuerza...
Mi padre acariciándole el rostro, le dijo: "Hija mía, enamórate de un Gran Hombre y no volverás a llorar..." me pregunté tantas veces, cuál era la fórmula exacta para llegar a ser ese gran hombre y no dejarme vencer por las pequeñeces...
Conforme pasan los años, descubrimos que si tan solo todos los hombres lucháramos por ser grandes de espíritu, grandes de alma y grandes de corazón... ¡el mundo sería completamente distinto!.
Aprendí que un Gran Hombre no es aquel que compra todo lo que desea, pues habemos tantos que hemos comprado hasta el cariño y el respeto de quienes nos rodean.
Mi padre le decía: "No busques a un hombre que solo hable de sí mismo, sin preocuparse por ti... Ni a aquel que se pase las horas halagando sus propios logros... No te aferres a un hombre que te critique y te diga lo mal que te ves... o lo mucho que deberías cambiar...
¿Para qué quieres a un hombre que te abandonará si no cambias, por un cabello más claro?, ¿Por unos ojos de otro color? ¿o por un cuerpo más esbelto?... ¿si no supo admirar la verdadera belleza que hay en ti?".
Cuantas veces me dejé llevar por la superficialidad de las cosas, haciendo a un lado a quienes realmente me entregaban su sinceridad e integridad. Me costó trabajo comprender que GRAN HOMBRE no es el que llega más alto, ni el que tiene más dinero, casa, carro, ni el que vive rodeado de mujeres, ni mucho menos el más guapo. Un verdadero y gran hombre es aquel ser humano lleno de transparencia, que no oculta sus verdaderos sentimientos ni se refugia en vicios y cortinas de humo, es el que abre su corazón sin rechazar la realidad, es quien admira a una mujer por sus cimientos morales y grandeza interior. Un Gran Hombre, es el que camina de frente, sin bajar la mirada, es aquel que no miente y sabe llorar su dolor...
Hoy mi hermana está felizmente casada, y ese Gran Hombre con quien se casó no era ni el más popular, ni el más perseguido, ni el más solicitado, ni mucho menos el más adinerado. Ese Gran Hombre es quien simplemente nunca la hizo llorar, es quien la hace sonreír por lo mucho que han logrado juntos, por todos sus recuerdos, por cada alegría que comparten y por esos tres hijos que llenan sus vidas. Ese Gran Hombre, ama tanto a mi hermana que no se cansa de besar sus manos, y mucho menos sus labios. La quiere por quien ella es y por lo que son cuando están juntos...
Mi padre acariciándole el rostro, le dijo: "Hija mía, enamórate de un Gran Hombre y no volverás a llorar..." me pregunté tantas veces, cuál era la fórmula exacta para llegar a ser ese gran hombre y no dejarme vencer por las pequeñeces...
Conforme pasan los años, descubrimos que si tan solo todos los hombres lucháramos por ser grandes de espíritu, grandes de alma y grandes de corazón... ¡el mundo sería completamente distinto!.
Aprendí que un Gran Hombre no es aquel que compra todo lo que desea, pues habemos tantos que hemos comprado hasta el cariño y el respeto de quienes nos rodean.
Mi padre le decía: "No busques a un hombre que solo hable de sí mismo, sin preocuparse por ti... Ni a aquel que se pase las horas halagando sus propios logros... No te aferres a un hombre que te critique y te diga lo mal que te ves... o lo mucho que deberías cambiar...
¿Para qué quieres a un hombre que te abandonará si no cambias, por un cabello más claro?, ¿Por unos ojos de otro color? ¿o por un cuerpo más esbelto?... ¿si no supo admirar la verdadera belleza que hay en ti?".
Cuantas veces me dejé llevar por la superficialidad de las cosas, haciendo a un lado a quienes realmente me entregaban su sinceridad e integridad. Me costó trabajo comprender que GRAN HOMBRE no es el que llega más alto, ni el que tiene más dinero, casa, carro, ni el que vive rodeado de mujeres, ni mucho menos el más guapo. Un verdadero y gran hombre es aquel ser humano lleno de transparencia, que no oculta sus verdaderos sentimientos ni se refugia en vicios y cortinas de humo, es el que abre su corazón sin rechazar la realidad, es quien admira a una mujer por sus cimientos morales y grandeza interior. Un Gran Hombre, es el que camina de frente, sin bajar la mirada, es aquel que no miente y sabe llorar su dolor...
Hoy mi hermana está felizmente casada, y ese Gran Hombre con quien se casó no era ni el más popular, ni el más perseguido, ni el más solicitado, ni mucho menos el más adinerado. Ese Gran Hombre es quien simplemente nunca la hizo llorar, es quien la hace sonreír por lo mucho que han logrado juntos, por todos sus recuerdos, por cada alegría que comparten y por esos tres hijos que llenan sus vidas. Ese Gran Hombre, ama tanto a mi hermana que no se cansa de besar sus manos, y mucho menos sus labios. La quiere por quien ella es y por lo que son cuando están juntos...
10 de junio de 2011
Youssou N'Dour featuring Neneh Cherry - 7 Seconds
No me veas desde la distancia
No veas a mi sonrisa y piensa que yo no sé
Que hay abajo y detrás de mi
No quiero que me veas y pienses
Que lo que está dentro de ti está en mí
Lo que está dentro de mí es ayudarles a ellos
Matanza y groserias
Deberíamos utilizar
En los que practican encantos perversos
Por la espada y la piedra
Malos hasta los huesos
La batalla no se ha terminado
Incluso cuando se gana
Y cuando un niño nace en este mundo
No tiene ningún concepto
Del tono de la piel en la que está viviendo
No es un segundo
7 segundos lejanos
El tiempo que me quede
Estaré esperando
No es un segundo
7 segundos lejanos
El tiempo que me quede
Estaré esperando
Estaré esperando
Estaré esperando
Asumo que las razones que nos empujan para cambiar todo
Quisiera que olvidaramos su color para que puedan tener esperanza
Muchas opiniones de la raza que los hacen desesperar
Deseo que las puertas estén completamente abiertas
A los amigos para hablar de su dolor y su alegría
De modo que podamos dar información
Que no nos dividan para cambiar
7 segundos lejanos
El tiempo que me quede
Estaré esperando
No es un segundo
7 segundos lejanos
El tiempo que me quede
Estaré esperando
Estaré esperando
Estaré esperando
Y cuando un niño nace en éste mundo
No tiene ningún concepto
Del tono de la piel en la que está viviendo
Y hay un millón de voces
Y hay un millón de voces
Para decirte lo que deberías estar pensando
Así que mejor que tomes sobriedad por un segundo.
4 de junio de 2011
Oración de la serenidad
Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas
que no puedo cambiar;
el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar
y la sabiduría para distinguir la diferencia...;
gozando de cada momento presente;
aceptando las adversidades como un sendero que
conduce a la paz;
aceptando, como Él hizo, este mundo pecador tal
cual es,
no como yo desearía que fuera;
confiando en que Él lo resolverá todo si yo me rindo
a su voluntad;
confiando en ser razonablemente feliz en esta vida e
increíblemente
feliz con Él, para siempre, en la otra.
que no puedo cambiar;
el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar
y la sabiduría para distinguir la diferencia...;
gozando de cada momento presente;
aceptando las adversidades como un sendero que
conduce a la paz;
aceptando, como Él hizo, este mundo pecador tal
cual es,
no como yo desearía que fuera;
confiando en que Él lo resolverá todo si yo me rindo
a su voluntad;
confiando en ser razonablemente feliz en esta vida e
increíblemente
feliz con Él, para siempre, en la otra.
1 de junio de 2011
Reduce tu estrés
Reinvéntate
No hay una única manera de hacer bien las cosas y tampoco es necesario que todo esté perfecto. Puedes hacer las cosas como creas conveniente; reinventa las normas que regían tu vida hasta ahora y hazlas a la medida de tus necesidades. Ganarás mucho sosiego.
Reduce
Todos tenemos obligaciones, pero a veces nos involucramos en demasiadas tareas. Llevar una agenda con todo lo que hacemos, puntuar nuestro grado de satisfacción y eliminar aquello que menos placer nos produce nos ayudará a sentirnos más “ligeros”.
Relájate
Las personas estresadas a veces ni siquiera saben qué es sentirse en calma. Hacer de los ejercicios de relajación una prioridad cotidiana nos ayudará a descubrirlo. Puede bastar con respiraciones profundas o relajar la musculatura durante 20 minutos al día.
No hay una única manera de hacer bien las cosas y tampoco es necesario que todo esté perfecto. Puedes hacer las cosas como creas conveniente; reinventa las normas que regían tu vida hasta ahora y hazlas a la medida de tus necesidades. Ganarás mucho sosiego.
Reduce
Todos tenemos obligaciones, pero a veces nos involucramos en demasiadas tareas. Llevar una agenda con todo lo que hacemos, puntuar nuestro grado de satisfacción y eliminar aquello que menos placer nos produce nos ayudará a sentirnos más “ligeros”.
Relájate
Las personas estresadas a veces ni siquiera saben qué es sentirse en calma. Hacer de los ejercicios de relajación una prioridad cotidiana nos ayudará a descubrirlo. Puede bastar con respiraciones profundas o relajar la musculatura durante 20 minutos al día.
23 de mayo de 2011
Existen...
Existen cinco cosas en la vida que no se recuperan:
Una piedra después de haber sido lanzada;
Una palabra, después de haber sido proferida;
Una oportunidad, después de haberse perdido;
El tiempo, después de haber pasado.
El amor por el que no se lucha"
Una piedra después de haber sido lanzada;
Una palabra, después de haber sido proferida;
Una oportunidad, después de haberse perdido;
El tiempo, después de haber pasado.
El amor por el que no se lucha"
17 de mayo de 2011
Rebaño de ovejas
Publicado por: César Páez González | Martes 18 Enero 2011
Al borde.
Lo dijo el científico Albert Einstein y es una frase que obliga a uno a pensar un poco: "Para ser miembro irreprochable de un rebaño de ovejas, primero hay que ser oveja". No admite discusión, a no ser que quiera ser del rebaño una cabra influyente, que quiera cambiar los estatutos.
También podría darse el caso de que se trate de una oveja de verdad, pero negra, y allí comienzan los problemas raciales o los preconceptos de alguien que se sale de las normas concebidas.
También se podría inventar algún recurso burocrático que diga que, para pertenecer a tal o cual rebaño, tiene que tener carnet habilitante.
Si se diera una credencial de oveja, hasta usted podría tener una y pasar por tal. Hasta podría ser un lobo e ingresar tranquilamente al corral. No resulta extraño entonces que haya una alerta roja en el rebaño por un lobo que se hace pasar por oveja sólo porque tiene un documento habilitante y quiere cambiar los estatutos.
No basta que uno, para ser oveja, tenga, digamos, que tener forma o aspecto de oveja. Basta que quiera pertenecer al rebaño. Para ello se podría habilitar una oficina para la inscripción, que incluya una pequeña clase magistral sobre cómo balar y consejos sobre en qué circunstancias es necesario callar para preservar la especie.
Es decir, que tendremos un grupo variopinto de animales que se hacen pasar por ovejas, sólo por decreto y porque llenaron el formulario. Hay que andar con cuidado, porque después va a ser muy difícil clasificarlos.
En la sociedad ocurre lo mismo, hay gente que quiere ser, o aparentar ser de tal rebaño o grupo social, y acorta camino para lograrlo, mediante recursos de toda índole. Primero insiste, si no lo dejan entrar busca algunos amigos influyentes, a otros los compra, y todos comienzan a hacer lobby para que el interesado ingrese al rebaño... de lo que sea.
Por eso el mundo anda como anda, mezclado y sin códigos. Esto pasa en la ética cotidiana, en la particular forma de comportarnos, pongamos por ejemplo en la ciudad, evitando las normas de lo que un rebaño exige: usar casco, no conducir en estado de ebriedad, respetar el semáforo, cuidar los derechos intelectuales evitando la piratería.
Y no falta quien diga, "pero si todo el mundo lo hace ¿yo voy a ser el único desubicado?" Excusas de todo calibre para eludir responsabilidades.
Hablo del rebaño de políticos, de hinchas de fútbol, de intelectuales, de artistas claqueros, de sindicatos de lo que sea, hasta de los códigos de los que viven en la calle. Todos poniendo sus trampas para pertenecer a tal o cual manada.
Pero resulta que al rebaño de la sociedad pertenecemos todos, nos guste o no, y debemos respetar los códigos. De lo contrario, sucede lo que está sucediendo en la realidad que estamos viviendo, que es esa línea continua de contravenciones. De prometer y no cumplir, de evitar las normas de seguridad, de ser propensos a los excesos, de fomentar la violencia, de reírnos de las buenas costumbres y en síntesis: no respetar.
Si usted no es oveja y quiere pertenecer al rebaño de dicha especie, haga por lo menos un esfuerzo de parecerse un poco. O inventemos una frase aleatoria. "Para ser miembro irreprochable de la humanidad, primero hay que ser humano". Dejo el tema porque se me está enredando un poco y ése es el peligro al que uno se expone en esta columna... siempre al borde.
Dedicado a mi amigo Manulondra, que me recordó la compleja frase de Albert Einstein.
16 de mayo de 2011
Un día por otro
Viendo sus barbas ya muy crecidas, Tirso de la Avellaneda decidió dedicar una visita al barbero. Debido a su extrema sencillez en el vestir, el dueño de la barbería lo catalogó de inmediato de pobre infeliz por lo cual consideró que no era necesario dedicar mucho tiempo a su afeitado. Así que le encargó al aprendiz que se ocupase de aquel cliente, que demostraba claramente con su aspecto su baja categoría, y que terminase el servicio tan pronto como le fuera posible.
Obedeciendo el aprendiz las indicaciones de su amo, señaló a Tirso de la Avellaneda un asiento, pasó por su barba unos escasos brochazos con jabón de afeitar seguidos de unas cuantas pasadas de navaja, tal vez igual de escasas.
___Listo, señor!___le dijo el aprendiz, limpiando la navaja.
Tirso de la Avellaneda preguntó el precio del servicio y al saberlo pagó el doble, algo que sorprendió mucho tanto al barbero como a su aprendiz. Jamás habrían imaginado esta reacción de aquel cliente tan sencillo...
Al cabo de unos días, Tirso de la Avellaneda volvió a la barbería para requerir los servicios del barbero. En esta ocasión el dueño le ofreció inmediatamente uno de los mejores asientos y le atendió personalmente. Remojó y enjabonó su barba, pasó la brocha las veces necesarias para acondicionar el vello, y después de pasar repetidas veces la navaja por el afilador, le afeitó lo mejor posible, ni un ligero corte, y a la vez, esmerándose en no dejar un solo pelo sin afeitar. Al terminar, unas cuantas fricciones con una buena loción finamente perfumada.
Tirso de la Avellaneda dejó que el barbero terminara su trabajo silenciosamente. Cuando el servicio terminó, preguntó su precio y pagó su importe exacto, sin añadir ni una moneda más.
El barbero no dejó de manifestarle su sorpresa:
___¿Cómo es posible?___ Cuando os atendí de cualquier manera, os mostrásteis muy generoso, en cambio hoy que os he atendido con el mejor de los servicios, sois avaro.
___Hoy os he pagado el anterior servicio, y en aquella ocasión os pagué vuestras atenciones de hoy___respondió Tirso de la Avellaneda.
Adaptación de Albert Jané
Traducido del catalán por Gloriana
Obedeciendo el aprendiz las indicaciones de su amo, señaló a Tirso de la Avellaneda un asiento, pasó por su barba unos escasos brochazos con jabón de afeitar seguidos de unas cuantas pasadas de navaja, tal vez igual de escasas.
___Listo, señor!___le dijo el aprendiz, limpiando la navaja.
Tirso de la Avellaneda preguntó el precio del servicio y al saberlo pagó el doble, algo que sorprendió mucho tanto al barbero como a su aprendiz. Jamás habrían imaginado esta reacción de aquel cliente tan sencillo...
Al cabo de unos días, Tirso de la Avellaneda volvió a la barbería para requerir los servicios del barbero. En esta ocasión el dueño le ofreció inmediatamente uno de los mejores asientos y le atendió personalmente. Remojó y enjabonó su barba, pasó la brocha las veces necesarias para acondicionar el vello, y después de pasar repetidas veces la navaja por el afilador, le afeitó lo mejor posible, ni un ligero corte, y a la vez, esmerándose en no dejar un solo pelo sin afeitar. Al terminar, unas cuantas fricciones con una buena loción finamente perfumada.
Tirso de la Avellaneda dejó que el barbero terminara su trabajo silenciosamente. Cuando el servicio terminó, preguntó su precio y pagó su importe exacto, sin añadir ni una moneda más.
El barbero no dejó de manifestarle su sorpresa:
___¿Cómo es posible?___ Cuando os atendí de cualquier manera, os mostrásteis muy generoso, en cambio hoy que os he atendido con el mejor de los servicios, sois avaro.
___Hoy os he pagado el anterior servicio, y en aquella ocasión os pagué vuestras atenciones de hoy___respondió Tirso de la Avellaneda.
Adaptación de Albert Jané
Traducido del catalán por Gloriana
13 de mayo de 2011
La felicidad
Sé comprensivo con el joven,
compasivo con el anciano,
agradable con el oponente,
y tolerante con los que no piensan igual que tu.
Si piensas que todos están en tu contra,
recuerda que los aviones se elevan en contra del viento.
Ten presente que la felicidad se halla
a lo largo del camino,
no al final de la ruta.
Comparte con tu pareja
los momentos en donde aun te quede energía.
No le des los despojos del día.
No dejes de reír al envejecer,
envejeces al dejar de reír.
Quien te quiera realmente,
jamás se interpondrá en tu camino…
a menos que vayas cayendo cuesta abajo.
Los buenos modales son como el 0 en aritmética:
Acaso no representen mucho por si solos,
pero pueden aumentar considerablemente
el valor de todo lo demás.
La madurez es aquella edad
en que uno
ya no se deja engañar por si mismo.
La Fabrica que produce
el mejor producto
es el hogar.
La valentía no es el roble majestuoso
que ve ir y venir las tormentas;
es el frágil botón de una flor
que se abre en la nieve.
Los demás podrán dudar de tus palabras,
pero con seguridad,
creerán en tus acciones.
La música limpia el alma
del polvo cotidiano.
Trata de escucharla
por lo menos al final del día,
así disfrutaras de un dulce sueño.
Texto de una presentación (autor desconocido)
compasivo con el anciano,
agradable con el oponente,
y tolerante con los que no piensan igual que tu.
Si piensas que todos están en tu contra,
recuerda que los aviones se elevan en contra del viento.
Ten presente que la felicidad se halla
a lo largo del camino,
no al final de la ruta.
Comparte con tu pareja
los momentos en donde aun te quede energía.
No le des los despojos del día.
No dejes de reír al envejecer,
envejeces al dejar de reír.
Quien te quiera realmente,
jamás se interpondrá en tu camino…
a menos que vayas cayendo cuesta abajo.
Los buenos modales son como el 0 en aritmética:
Acaso no representen mucho por si solos,
pero pueden aumentar considerablemente
el valor de todo lo demás.
La madurez es aquella edad
en que uno
ya no se deja engañar por si mismo.
La Fabrica que produce
el mejor producto
es el hogar.
La valentía no es el roble majestuoso
que ve ir y venir las tormentas;
es el frágil botón de una flor
que se abre en la nieve.
Los demás podrán dudar de tus palabras,
pero con seguridad,
creerán en tus acciones.
La música limpia el alma
del polvo cotidiano.
Trata de escucharla
por lo menos al final del día,
así disfrutaras de un dulce sueño.
Texto de una presentación (autor desconocido)
8 de mayo de 2011
Cielo o infierno
Un día, mientras caminaba por la calle, un hombre de éxito, candidato a la presidencia de la República (el nombre es lo de menos), es trágicamente atropellado por un camión y muere. Su alma llega al paraíso y se encuentra en la entrada a San Pedro, en persona.
- Bienvenido al paraíso, le dice San Pedro. Antes de que te acomodes, parece que hay un problema. Verás, muy raramente un político importante ha llegado aquí y no estamos seguros de qué hacer contigo.
- No hay problema, déjame entrar, le dice el hombre.
- Bueno, me gustaría, pero tengo órdenes desde lo más alto. Lo que haremos será hacerte pasar un día en el infierno y otro en el paraíso, y luego podrás elegir donde pasar la eternidad.
- De hecho, ya lo he decidido. Prefiero estar en el paraíso, dice el candidato.
- Lo siento, pero tenemos nuestras reglas.
Y con esto San Pedro acompaña al candidato al ascensor y baja, baja hasta el infierno. Las puertas se abren y se encuentra justo en medio de un verde campo de golf. A lo lejos hay un club y de pie delante de el están todos sus amigos políticos que habían trabajado con él, todos vestidos con traje de noche y muy contentos. Corren a saludarlo, lo abrazan y recuerdan los buenos tiempos en los que se enriquecían a costa del pueblo. Juegan un agradable partido de golf y luego por la noche cenan juntos en el club, con langosta y caviar.
Se encuentra también al Diablo, que de hecho es un tipo muy simpático, y se divierte mucho contando chistes y bailando. Se está divirtiendo tanto que, antes de que se de cuenta, es ya hora de irse. Todos le dan un apretón de manos y lo saludan mientras sube al ascensor. El ascensor sube, sube, sube, y se reabre la puerta del paraíso donde San Pedro lo está esperando.
- Ahora es el momento de pasar al paraíso. Ahi el candidato pasa las 24 horas sucesivas pasando de nube en nube, tocando el arpa y cantando. Se divierte mucho y, antes de que se de cuenta, las 24 horas ya han pasado y San Pedro va a buscarlo.
- Entonces, has pasado un día en el infierno y otro en el paraíso. Ahora debes elegir tu eternidad. El Hombre reflexiona un momento y luego responde:
- Bueno, no lo habría dicho nunca, quiero decir, el paraíso ha sido precioso, pero creo que he estado mejor en el infierno. Así que San Pedro lo acompaña hasta el ascensor y otra vez baja, baja, baja, hasta el infierno. Cuando las puertas del ascensor se abren se encuentra en medio de una tierra desierta cubierta de porquería y desperdicios. Ve a todos sus amigos, vestidos con trapos, que están recogiendo los desperdicios y metiéndolos en bolsas negras. El Diablo lo alcanza y le pone un brazo en el cuello.
- No entiendo, balbucea el Candidato. Ayer estaba aquí y había un campo de golf y un club y comimos langosta y caviar y bailamos y nos divertimos mucho. Ahora todo lo que hay es una tierra desierta llena de desperdicios y mis amigos parecen unos miserables. El Diablo lo mira, sonríe y dice:
-Ayer estábamos en campaña. Hoy, ya votaste por nosotros...
- Bienvenido al paraíso, le dice San Pedro. Antes de que te acomodes, parece que hay un problema. Verás, muy raramente un político importante ha llegado aquí y no estamos seguros de qué hacer contigo.
- No hay problema, déjame entrar, le dice el hombre.
- Bueno, me gustaría, pero tengo órdenes desde lo más alto. Lo que haremos será hacerte pasar un día en el infierno y otro en el paraíso, y luego podrás elegir donde pasar la eternidad.
- De hecho, ya lo he decidido. Prefiero estar en el paraíso, dice el candidato.
- Lo siento, pero tenemos nuestras reglas.
Y con esto San Pedro acompaña al candidato al ascensor y baja, baja hasta el infierno. Las puertas se abren y se encuentra justo en medio de un verde campo de golf. A lo lejos hay un club y de pie delante de el están todos sus amigos políticos que habían trabajado con él, todos vestidos con traje de noche y muy contentos. Corren a saludarlo, lo abrazan y recuerdan los buenos tiempos en los que se enriquecían a costa del pueblo. Juegan un agradable partido de golf y luego por la noche cenan juntos en el club, con langosta y caviar.
Se encuentra también al Diablo, que de hecho es un tipo muy simpático, y se divierte mucho contando chistes y bailando. Se está divirtiendo tanto que, antes de que se de cuenta, es ya hora de irse. Todos le dan un apretón de manos y lo saludan mientras sube al ascensor. El ascensor sube, sube, sube, y se reabre la puerta del paraíso donde San Pedro lo está esperando.
- Ahora es el momento de pasar al paraíso. Ahi el candidato pasa las 24 horas sucesivas pasando de nube en nube, tocando el arpa y cantando. Se divierte mucho y, antes de que se de cuenta, las 24 horas ya han pasado y San Pedro va a buscarlo.
- Entonces, has pasado un día en el infierno y otro en el paraíso. Ahora debes elegir tu eternidad. El Hombre reflexiona un momento y luego responde:
- Bueno, no lo habría dicho nunca, quiero decir, el paraíso ha sido precioso, pero creo que he estado mejor en el infierno. Así que San Pedro lo acompaña hasta el ascensor y otra vez baja, baja, baja, hasta el infierno. Cuando las puertas del ascensor se abren se encuentra en medio de una tierra desierta cubierta de porquería y desperdicios. Ve a todos sus amigos, vestidos con trapos, que están recogiendo los desperdicios y metiéndolos en bolsas negras. El Diablo lo alcanza y le pone un brazo en el cuello.
- No entiendo, balbucea el Candidato. Ayer estaba aquí y había un campo de golf y un club y comimos langosta y caviar y bailamos y nos divertimos mucho. Ahora todo lo que hay es una tierra desierta llena de desperdicios y mis amigos parecen unos miserables. El Diablo lo mira, sonríe y dice:
-Ayer estábamos en campaña. Hoy, ya votaste por nosotros...
2 de mayo de 2011
1 de mayo de 2011
Serena tu mente
Nuestra salud física y emocional se ve afectada por lo que decidimos: comer, respirar, beber, pensar, ¡e incluso sentir! Nuestras emociones dependen en gran medida de nuestras premisas intelectuales: lo que serena tu mente.
Creemos o no creemos, los pensamientos que elaboramos, las palabras que decimos, las acciones que realizamos...
Como decía Montaigne, “acumulamos cosas que nos roban tranquilidad y nos dan horas de un trabajo desagradable”: los malos rollos en las relaciones, el aburrimiento, la tristeza y las frustraciones..., nos ocasionan dolores psicosomáticos y nos dejan sin energía. Y es que olvidamos que el cuerpo es la casa en la que habita nuestra alma.
La sociedad actual basa la felicidad en la acumulación de bienes materiales (a menudo, innecesarios) y potencia la competitividad, la notoriedad personal y el egocentrismo, dejando a un lado los aspectos emocionales de las personas.
Aprender a serenarnos y tranquilizarnos es fundamental. No podemos pasarnos los días hechos un manojo de nervios, inquietos e insatisfechos permanentemente, salvo que no nos importe acabar enfermos física, mental y emocionalmente. Se impone, por tanto, un poco de sentido común.
Acepta la diversidad.
Incluso la que hay en ti mismo. Tus prioridades pueden cambiar en función del momento y las circunstancias; las del otro, también. Sé tolerante contigo y con los demás. No te desesperes con los cambios. Si la naturaleza nos ha hecho tan volubles, por algo será.
Cuida lo que dices.
Las palabras poseen una gran fuerza, crean mundos, realidades y, sobre todo, emociones. Con las palabras podemos salvar a alguien, hacerle sentirse bien, transmitirle nuestro apoyo. Pero, ¡ojo! También son un arma de doble filo y en momentos de exaltación sirven para decir cosas que realmente no sentimos. Por eso, utilizarlas correctamente depende de ti.
Da la importancia real.
Tomarse la vida muy a pecho nos hace sentir vulnerables y nos impide relacionarnos con naturalidad. Da a las cosas la importancia que realmente merecen, pero no más.
No hagas suposiciones.
Los malentendidos crean malos rollos innecesarios con la gente, por eso siempre hay que intentar aclararlos cuanto antes. “Rumiar” y dar vueltas en nuestra cabeza a un problema lo engrandece todavía más. Si fomentas la comunicación y la sinceridad con las personas que te rodean, disfrutarás de unos lazos de unión sólidos y perdurables.
No quieras controlarlo todo.
Pretender controlar todos los aspectos de tu vida y realizar demasiadas actividades al mismo tiempo es imposible. Tienes que establecer prioridades y centrarte delimitando las tareas que puedes hacer. Hay que aceptar que somos humanos y limitados y que, por tanto, no gozamos del don de la ubicuidad.
Colorea tu vida.
Los colores influyen extraordinariamente en el estado de ánimo. Los rojos son más excitantes, los grises resultan más tristes. Puedes recurrir a los tonos pasteles para decorar tu casa, son muy relajantes y acogedores.
Concluye los asuntos pendientes.
Tienes que esforzarte en acabar lo que empiezas, pues las cuestiones pendientes pesan en el ánimo. La sensación de misión cumplida resulta tremendamente liberadora.
Da lo mejor de ti.
Tener espíritu de superación mantiene vivas las ilusiones y las esperanzas. Por eso, debes hacer siempre lo máximo y lo mejor que puedas. Proyectar lo que te gustaría hacer con tu vida y luchar por ello es una manera saludable de acabar con la estresante rutina.
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